En el ocaso de la tarde la vio en la acera de enfrente junto a la puerta de la Iglesia. Fue por casualidad cuando volteo la mirada atraído por el replicar de campanas que anunciaban la misa de las seis de la tarde. Ella lo observaba y al verse descubierta hizo ademán de mirar la hora en su reloj de pulsera. Unos segundos después, al levantar de nuevo su rostro, se asustó al comprobar la intensión del abordaje. Entonces huyó. Él cruzo la calle dándole alcance, tomándola por el brazo la detuvo. Se miraron fijamente pero ninguno se atrevió a hablar. Sólo se escucho el ruido que salía de un altoparlante empotrado en un destartalado carro (agencia de publicidad) que anunciaba con música de feria, la realización de un bazar en beneficio de alguna obra de la comunidad. Él seguía mirándola, observando lo hermosa que estaba. Se miró así mismo y tuvo la impresión de encontrarse con un extraño al que viera por primera vez; ya que su presentación personal distaba mucho de la pulcritud con la que ella y sus allegados vestían.
Por fin se atrevió a hablar:
__Debes pensar que soy muy poca cosa para ti. Un tonto soñador, un seudo intelectual torpe y acomplejado, un muerto de hambre; pues…quizá tengas razón porque definitivamente no soy de esos niños bonitos con los cuales acostumbras salir.
Mientras decía esto notó que su rostro __cuando por fin se atrevió a mirarlo__ reflejaba cierta amargura a tal punto que por sus bellos ojos se asomaron tímidas unas hermosas lágrimas.
Pero el orgullo pudo más y continúo diciendo:
__A nadie le gusta que lo humillen, ¿no? Soy alguien maldita sea. Huyes de mí como si andara untado de mierda a toda hora. ¡Ah!, sí, ya sé, “me compadeces” ¿verdad? Desde primaria lo he sabido por eso siempre me mantuve alejado, pero ahora te digo que no tienes por qué sentir lástima por mí. No, no tienes, ¿por qué? ¿Acaso soy un inválido? ¿Ah? ¿Acaso vez que me hace falta una pierna? ¿Un brazo? ¿Estoy ciego? No, ¿verdad?
Es por lo que soy, ¿no es cierto? El insociable, el raro, ¿no? Pues soy así…por que… ¡Por que me da la gran puta gana!
Le gustaba muchísimo. Desde aquella vez cuando la directora entra al salón de clase llevando a una preciosa niña de la mano, __venia de otra ciudad__ él se encontraba muy entretenido haciendo un dibujo de Rin Rin renacuajo justo en el momento en que se encuentra con el ratón y amigo venga usted conmigo visitemos juntos a doña ratona.
Cuando había avanzado varios pasos creyó escuchar su nombre entre el bullicio de los asistentes a misa, se distrajo y tropezó contra un carrito que vendía comestibles. Volvió a escuchar su nombre y esta vez volteo la mirada. Entonces la distinguió entre la romería. Ella se tomaba de las manos a medida que avanzaba lenta pero decidida. Sollozaba y suspiraba tan hondo y tan quedo que las personas que en ese momento entraban a misa se detenían a observarla. Le tomo el rostro y a besos detuvo sus lágrimas. Siguieron besándose cada vez con más pasión en tanto que voces que murmuraban se escuchaban en torno a ellos.
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