Llegué a la casa muerta de miedo, quizá me alcanzó a ver cuando entraba. No sé muy bien porque, allí me encontraba segura.
Me detuve frente al espejo que Marcelo dejó en la sala, me devolvió una mirada serena, increíble y sorpresivamente me había calmado.
La loca de la ruta venía persiguiéndome, corrí sin mirar atrás, seguramente la perdí un par de cuadras antes de llegar.
Encendí el fuego, me recosté en el sillón y el mullido almohadón de crochet que yo misma tejí, me sirvió de apoyo.
Contemplé la plantita de cannabis y por un momento pensé que bueno sería fumarme un porro y olvidar a la loca.
Así de la nada Marlon empezó a repetir, fumarme un porro, fumarme un porro, prrrr., caramba! ¿éste loro es vidente?
Dejé que mis piernas descansen sobre la mesa ratona, me quité los zapatos porque todo estaba impecable, evidente que alguna compañera se había ocupado de los quehaceres.
Recordé el ron que Abulorio había dejado en la alacena y con un par de naranjas me preparé un trago, en el viejo winco sonaba una bella melodía… ¿ Quién anda ahí? yo no encendí el tocadiscos!!! Walter apareció detrás de mí.- No te asustes Nana, soy yo-.
Disculpa, me había recostado en la bañera y me quedé dormido, pasé a ordenar un poco, hace días que no viene nadie y las plantas necesitaban agua, los bichos comida y la sala una buena limpieza.
Walter, no me expliques nada, está bien. Ahora necesito que me escuches. Estoy en problemas, tengo una loca persiguiéndome hace días, la cosa se está complicando, juró que me buscará y cuando me encuentre me mata. Te tome cariño che y creo que sos la persona indicada para ayudarme. Te propongo seas mi guardaespaldas hasta que la loca esté encerrada, es cuestión de días, apenas le hagan el psicofísico irá a una clínica psiquiátrica y todo habrá terminado.
Walter se sacó el gorro de lana, se rascó la cabeza y se quedó en silencio…
Escuchame, no te pido que lo hagas gratis, te daré un buen pago diario, digamos doscientos pesos por día ¿te va?
Una vez más Walter se rascó la cabeza, pero sin sacarse su gorro, me miró, extendió su mano y cerramos el trato. Sólo me aclaro que el pago sería al menos adelantado en una semana explicándome que las artesanías estaban muy paradas y que necesitaba efectivo con urgencia.
Fuimos al banco, saqué los mil pesos y comenzó su trabajo. A tal punto que día y noche cuando me movilizaba su sombra estaba detrás de mí.
A los pocos días, estando en mi trabajo sonó mi celular, la inspección médica me informaba que Juana Lolo, había sido examinada y como era de prever, había sido encerrada en el hospicio.
De inmediato llamé a Walter que estaba apostado en el palo de luz de la esquina, se asomó a mi ventana y le dije: en dos horas nos vemos en la casa, el tema está solucionado, ya no te necesito.
Se despidió rascándose nuevamente su cabeza, esta vez se quitó su gorra…
Llegué a la casa, una movilización de hippies tapaba la entrada del palier, pancartas y gritos. No al despido del compañero Walter, justicia para Walter, no al trabajo en negro!
Di media vuelta sobre mis talones y comencé a correr, corrí tan rápido como me dieron las piernas, de pronto la voz de Marlon sonó en mis oídos : fumarme un porro, fumarme un porro, prrr,prrr…
Nanajua.
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