Chiloé: Archipiélago chileno, ubicado en la décima región, “de los Lagos”. Ubicado a 1.106 kms. de Santiago la capital de Chile. De gran atractivo turísticos, paisajes de ensueño, una de las mejores gastronomías del mundo puesto que sus mariscos son insuperables. Pero sin lugar a dudas sus Mitos y sus Leyendas son su mayor atractivo.
Todos los que habitan la Isla de Chiloé saben que cuando llega la noche se sumergen junto al despertar de las “pincoyas”, de “traucos” y de todos los seres mitológicos que habitan y no existen... o dejan de existir cuando llega un nuevo día, donde despierta la naturaleza verde espesa. Verde que transforma en agua clara, en pudúes, en manos fuertes, espaldas curtidas por el tiempo y miradas altivas y orgullosas de ser, porque no decirlo, Chilotes.
Ten-Ten Vilú y Cai-Cai Vilú
(La Formación del la Isla de Chiloé)
La Leyenda cuenta que hace milenios atrás Chiloé era parte de un sólo cuerpo terrestre unido al continente. Un día apareció el espíritu de las aguas, en forma de culebra: Cai-Cai Vilú. Este ordenó el ascenso de las aguas ocasionando con ello la inundación de las tierras bajas, valles y cerros, sepultando con ello a sus habitantes.
Los habitantes desesperados clamaron por la presencia del gran espíritu protector y una noche de Luna, elevaron cánticos y promesas, súplicas y lamentos. El alma de éstas gentes buenas y trabajadoras logró despertar desde las entrañas de la tierra a Ten-Ten Vilú.
Cuando las aguas cubrían gran parte de la tierra, se presentó el espíritu protector: Ten-Ten Vilú, en forma de culebra originando con ello el inicio de una larga batalla.
La lucha entre estas dos fueras, fue fuerte y penosa. Golpeaban sus colas con fuerza telúrica, Sus alientos se transformaban en vientos poderosos que elevaban amenazantes los pastos y las alas. Mientras una elevaba el nivel de las aguas la otra elevaba el nivel de las tierras, tratando ambas de proteger todo lo existente en sus respectivos dominios.
Después de largos años de batalla, en la cual ninguna demostraba clara supremacía, la culebra Ten-Ten logró vencer a su enemiga clavándole sus afilados colmillos en la cabeza.
Cai-Cai Vilú se retorcía, de su cabeza la sangre brotaba con fuerza, pero antes de hundirse en el mar levantó con furia su cola golpeando la tierra y haciendo que ésta se quebrara en decenas de pedazos que quedaron flotando sobre las aguas.
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Los campos de batalla no regresaron a sus límites primitivos conformando así los antiguos y fructíferos valles transformados en golfos y los cerros y cordilleras en diversas islas.
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