Crónica de los adoquines…
Caminaba despacio por la calle lateral de la Basílica, en esa parte, la luz juega un papel poco importante, los automóviles casi no la transitan durante el día porque permanece cerrada y en la noche algunos se acercan buscando un servicio como tantos otros.
Sus pasos podrían ser inaudibles pero el leve taconeo delataba su presencia sobre la piedra, no sentía ni frió ni calor, la madrugada pintaba claridades sobre el cielo. Recordó su último cliente, ese del auto negro brillante que paro a su lado, un hombre mayor sin duda ya que las canas tornaban grisado su cabello que peinaba de una forma particular para que no se advirtiera su incipiente calvicie,impecablemente vestido con traje oscuro que cubría a medias su voluminoso abdomen. Emanaba de él un perfume mezcla de esencias, tabaco y ese olor a piel que se va logrando con los años y que denota la falta de juventud.
Sus fantasías necesitaban que su sexo fuera contenido por una boca roja, carnosa bien delineada pero queria que fuera al borde de la Basílica para sentir que rompía con los perjuicios, con los principios, con los valores de ese cura de mierda,que dos por tres se metía a defender a los pobres ,cuando bien sabia que para ellos el lugar tal vez fuera el paraíso pero que aquí en la tierra tales espacios no abundan, demasiado tenia el con criar sus hijos que le demandaban mucho dinero en las escuelas privadas donde se los mandaba. Club, ropa, auto y vacaciones en Uruguay debía mantener el status que su rango le exigía.
La pendeja que tenia enfrente era accesible no costaba ni el papel higiénico que compraban en su casa,con diez mangos arreglaba el asunto ,eso si ,fuera del auto al tapizado tenia que cuidarlo no era cosa de salpicarlo, la obligo a ponerse de rodillas,a desprenderle la ropa,a jugar, cuando por fin sintió que le inundaba la boca,se retiro con apuro.Se ajusto el cinto mientras la miraba con desprecio,una puta-se dijo, mientras le tiraba el billete, subió al auto y se perdió en la noche.
Ella se puso de pie escupió varias veces y maldijo a los curas, las rejas no le permitían acceder a las canillas de agua para enjuagarse y descartar la inmundicia, se limpio con el dorso de la mano, después saco el lápiz de labios y se pinto con calma, debía prepararse para el próximo cliente, con lo que tenia podría comprar uno o dos porros nada más.
Caminaba…caminaba aunque le dolían un poco las rodillas, la luz le devolvió la imagen de su dedo mayor aprisionado en las sandalias con tacones altos y tachas, estaba sucio parecía con aceite o grasa, lucia negro en la punta y el esmalte se le había descascarado,mala suerte se dijo tendré que volverlos a pintar, sin apartar la vista de la calzada observo los adoquines, pequeños cuadritos de piedras que en forma de abanico cubren la calle,y se pregunto con ironía ¿cuanta gente habrá dejado su vida en esto? Se contento diciendo-Igual que yo de rodillas prestando un servicio al poder del dinero, al antojo del funcionario o del oligarca de turno.
Tantas piedritas tiene la calle como historias se podrían contar de personas que fueron solo deshechos de una sociedad corrupta a lo largo de los tiempos del país.
Amanecía… miro a su alrededor muchos hacían de la noche su trabajo, quizás a unos le había ido mejor que a otros, prostitutas,travestis,homo y bisexuales participando del carnaval oculto de las ideas, principios,tabues,deshecho de dogmas que al abrir los portales de la Basílica los hombres de Dios pregonarían para alabarlo, perdonarían los pecados de los señores que correctamente vestidos pasaban sin mirar para ocupar sus puestos abocados a las políticas para la erradicación de la prostitución,vejación y el maltrato de los seres de la noche, los que no tiene nombre y prestan un servicio.
Se paro en la vidriera de una juguetería, la muñeca la atraía como nunca, pensó- Me hubiera gustado tener una de estas, cuando cumplí los diez y puse las zapatillas como todos los chicos, solo que a mi Papa Noel me trajo un Señor que me acaricio mucho y después me hizo doler, mí mamá me dejo en la cama y me ponía compresas de agua fría con algo de hielo que le dio una vecina, parecía que me cuidaba, pero yo la escuche y vi. cuando el Señor le daba unos billetes y ella muy sonriente le decía-Venga cuando quiera, es UD tan generoso.Nunca más pedí una muñeca ni quise tenerla, mí pensamiento la asocio con el dolor y ya no me gustaban.
El día de Navidad cuando fui al baño me salía sangre y en las zapatillas no había juguetes.
Camino otro poco, no queria pensar, por esas cosas que la lastima inspira a los seres humanos el viejo florista de la cuadra, quizás percibió su tristeza y al pasar le obsequio una flor y le brindo un piropo, la sonrisa casi no se dibujo en sus labios, continuo su andar mientras deshojaba lentamente la rosa, al fin y al cabo era el regalo de un hombre.
Alzo la vista, del Hotel una chica joven ,casi como ella, salía acompañada con un vejestorio de esos…de los nuevos ricos, prestó atención, la conocía y a él también ,el era un Asesor o Secretario o algo importante y ella era la censista, la que le pregunto en la Plaza donde había pasado la noche a lo que respondió trabajando y tomo la dirección …y lo del Jefe de Hogar, o cuando le pregunto si era descendiente de los pueblos originarios, recordó su casa en el Chaco Salteño y respondió- Mis abuelos fueron aymará, de eso no se mucho.
Cuando pregunto ¿en que trabaja?-le respondí de Puta-me dio la impresión que algo no le gustaba y ahora lo entiendo salvo por su actividad del día del censo, las dos nos dedicamos a lo mismo, solo varia el lugar donde prestamos servicios, ella en el Hotel cuatro estrellas, yo en la calle lateral de la Basílica arrodillada sobre el abanico de adoquines que se clavan en mis rodillas y me recuerdan el poder que da el dinero y el olvido del gobierno que no nos presta atención.Sin oferta no hay demanda.
La ciudad se mueve, mis clientes pasan y no ven, me salpican con el agua servida del cordón de la vereda, esta noche cuando la plaza este libre y la oscuridad la cubra buscaran mi boca roja,carnosa,bien delineada, me pedirán un servicio y mis ojos en los adoquines recordaran las historias de los seres sin derechos.
Autor: CALVU MANQUE
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