En cuantas voces ajenas, tus palabras han sido hierros candentes
políglota subversivo que ajenas te son mis heridas
quisiera no sentir el latido de mi corazón tan lento
no tener lágrimas, que a llorar me has negado el derecho
sin embargo la vida es sólo un llorar o una antesala del llanto
suelo pensar que no debe ser agradable, encontrarte desnudo
cuando te has empeñado en desnudarme de esta piel de serpiente
que te atrae y te confunde, sin saber ¿qué esperar?
si una fusión de oveja descarriada y mortal cobra
o lo que realmente soy, en los extremos que me rigen.

En las imágenes sin figura que te atañen distorsionándose
encuentro el centro de mis neuralgias adictas al sortilegio mutual
que surge entre tu voz callada y la mía que no habla
para qué buscar la voz que no necesita de palabras
ante la notoriedad de tu esencia que emana su perfume en el aire
ese aire que no es el que respiro
siendo el que más oxígeno inyecta a mis desgastados pulmones
cavando así la tumba que ha de aprisionarme mientras haya vida
porque sin tu aire tóxico, el oxígeno me sabe a veneno
y respirar se vuelve agonía constante donde no hay muerte.

Mas qué ha de importarte a ti férreo corazón las nubes de mis ojos
o si lamo mis heridas en profundo silencio, sin un ay de dolor
sin implorar misericordia, porque no existe la clemencia sin amor
me viste entera y decidiste hacerme pedazos en busca del error
que la misógina idea busca en el sexo opuesto, y sólo por serlo
quizá debieras pensar en qué encontraste al despojarme del corazón
¿fue acaso el mismo hueco que hubiese donde el tuyo late?
¿qué encontraste en mi alma, tras el inmenso amor que te ofrecí?
acaso soy la perversidad disfrazada de mujer para ti…No lo sé
sólo sé que me duele desde el cabello hasta los callos que no tengo.