Llegamos a mi casa, la invite a pasar, (invitación que pensé, iba a rechazar), acepto, entramos a la sala le dije que se pusiera cómoda, ella se sentó en el sillón y dejo el violín en la mesa de centro, le ofrecí algo de beber, ella dijo que una cerveza estaría bien, fui a la cocina y las traje luego me senté en el mismo sillón que ella , la mire directamente a los ojos, por medio minuto, ella se acomodo en la silla para poder verme de frente y sonrió, (supongo que pensaría que se tratara de un pequeño juego), luego de unos minutos se sintió incomoda y dejo de mirarme, voltio la cara miro al piso y dio un sorbo a su cerveza, yo no dejaba de mirarla tratando de buscar sus ojos, note que ella ya se estaba sintiendo incomoda, así que le pedí que tocara algo para mi, ella me miro, sonrió, tomo otro sorbo a su cerveza y saco el violín, me pregunto que quería escuchar, yo le dije que algo de Haydn, ella toco alguna parte de la sinfonía 96 bien llamada el milagro", !oh! dios existe, nunca hubo cuadro más perfecto, no entiendo como el talento y la belleza pueden estar en un mismo cuerpo, casi me desmayo, la emoción de mirar esa perfecta alma en ese perfecto cuerpo fue demasiado para mí, la miraba, la oía, no lo podía creer, ¡ yo un simple mortal podía presenciar esto!, le pedí gentilmente que parara, la bese, ella me beso, mire sus ojos, y los míos estaban al borde de las lagrimas, pero no sentía nada era como besar un costal de harina, le pedí que siguiera tocando, ella un poco desconcertada, tomo su violín y continuo, y ¡ ahí estaba otra vez!, ¡hay estaba!, de nuevo sentí como el mundo giraba a gran velocidad, dios ya no necesitaba mirarla, cerré mis ojos y sentí como empezaba a sentirme lujurioso, ella siguió y yo también, sentí como si estuviera con ella en medio de la nada, casi lograba sentir su calor, su olor, su sudor, podía sentir cada poro, cada cabello, sin darme cuenta empeze a moverme tal cual las maneras del amor, de pronto ella grito, yo salí del trance en que estaba, ella me grito: -¡pervertido!-, cogió el estuche y sin siquiera guardar el violín salí del apartamento a toda prisa, yo solo la miraba un poco confundido, un poco desubicado, cuando cerró la puerta mire mi pantalón, una sustancia blanca y viscosa me cubría, -¡no puede ser!-, grite con todas mis fuerzas, y así, avergonzado y humillado termino una de las más extrañas experiencias de mi vida. |