No se quién lo dijo. Imagino que debe haber sido un profesor enfrentado a un error en el pizarrón, que se quedó clavado en el piso, con la tiza en la mano y en la otra el borrador. Tal vez enseñaba matemáticas y al desarrollar una ecuación en su mente hubo un vacío, una laguna y olvidó dónde estaba y qué enseñaba.
“ Borrón y cuenta nueva” se decía frente a los viejos pizarrones, donde la tiza gritaba su paso y donde en su reverso se escondían corazones e iniciales de estudiantes, mientras a sus pies el piso cambiaba de color en la medida que avanzaban las horas de clases, terminando blanco como sí estuviese nevando.
Borrón y cuenta nueva, dije como cualquiera que decide emprender un nuevo camino y alejarse de las viejas huellas transitadas, pese a lo difícil que es borrarlas. Eso fue lo que hice, sin comunicártelo. Me despedí sin alzar la mano ni darte un beso e imaginariamente limpié el pizarrón donde estaban nuestros corazones enlazados, para iniciar una nueva vida.
Me olvidé de todo, de los días en que esperaba tu llegada o tus cartas y decidí vivir el hoy sin sueños. Me convencí que el mañana no existía, que los días eran de sol a sol y que, la luna era un cuento para enamorados.
La cuenta nueva fue inicialmente novedosa, para ello di un giro de ciento ochenta grados de mi vida, al principio dio resultado, luego no fue fácil, los recuerdos del largo capítulo escrito en conjunto predominaban en mi memoria.
Nunca pensé que nos encontraríamos nuevamente, no había razón alguna para ello sucediera, habían tantas fronteras que nos separaban, por lo tanto cuando descubrí tu presencia entre los invitados a la fiesta, creí que estaba equivocada y que era alguien que se te parecía. Pero no, estabas allí.
Leguas y millas de distancia, países y lenguas distintas, pese a todo: ahí estabas, extranjero e inmóvil como una estatua, portando tu copa e interrogándome con la mirada. Sentí que la sangre se me helaba en las venas, que las rodillas no soportaban mi peso y que el mundo entero se desplomaba sobre mí.
Tu mirada y la mía dialogaban a gritos. Tú preguntabas y yo evitaba responderte, escudándome en el protocolo.
Me di cuenta que te abrías paso en mi dirección. No podía permitir que te acercaras e inicié la retirada en la misma forma, como tú te acercabas: paso a paso. No estaba en condiciones de enfrentarte, no estaba preparada para ello, jamás lo había pensado, menos aún soñado.
Era incapaz de enfrentarte, menos aún decirte que te había olvidado, porque habrías descubierto de inmediato que mentía y mi marido me observaba atentamente, tanto que supe que había sido él quien te había invitado, quizás para ver con sus propios ojos mi reacción.
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