Salgo de trabajar con prisas. He quedado y llegaré tarde, para variar.
Pero mi compromiso previo es indiscutible. Ella. Siempre ella. La primera y la ultima.
La única mujer de mi vida. La de siempre. Ella. Eterna, o eso quiero...
Llego a casa a la misma hora, pero hoy todo es más rapido porque me esperan.
Acude a recibirme a la puerta. Me saluda con efusividad... No hay tiempo para juegos, hoy no.
- Vamos. Tengo prisa, gorda.
Cumplo con ella y, lo más pronto que puedo, salgo directa a la calle.
Alli me espera mi segunda amante.
Reluciente bajo la luz de una farola, me espera impaciente, brillante. Qué bonita es mi niña.
Me coloco mis atavíos y salimos metiendo primera lo más rapido que podemos.
El reflejo que derrama la luna en su sombra me embelesa durante los kilometros que dura el recorrido.
Miro adelante, y luego a un lado. Me gusta el contorno de sus formas. Me enamora.
Durante el camino escucho sus gorjeos, hoy esta contenta y yo sonrio.
Hacía tiempo que no dábamos una vuelta... El trabajo, siempre el trabajo.
Pero si miro arriba me la encuentro a ella. Mágica. Perenne.
Magnífica, delirante, imposible... Mi otro amor. Una locura de mujer.
Fantástica, increible. Hoy viste sus mejores galas. Preciosa.
Sin percatarme de la carretera, la miro de seguido. Cuidado!
Las guillotinas no perdonan, y no son pocos los kilometros que quedan.
Al llegar lo primero que escucho es: - ¿has visto la luna, vi?
- claro, eve, me acompañó todo el viaje.
Me acomodo sobre su estómago para ver terminar el eclipse, y ambas sonreimos. |