Me reflejo en tus ojos oscuros y descubro en ellos un inusitado brillo, que se apaga protegido de palabras que exponen con claridad el nuevo proyecto.
Tomo nota mental de las indicaciones y me pregunto sí a todos los asistentes le miras del mismo modo. Continúo prestando atención y garabateo frases, ideas y conceptos en el block borrador desplegado frente a mí.
Tu voz baja y sube y cambia de tonalidad. La manejas como si fueras un locutor profesional, manteniendo la atención permanente en los auditores. Ninguna frase o explicación se pierde. Me señalas y anoto tu indicación, como una alumna sentada en el primer banco de la clase, obediente y aplicada.
Estoy sometida a tu mirada oscura. Me distraigo asociando el color de tus ojos al Sahara, beduinos, camellos, túnicas, dátiles y turbantes, pasan por mi mente como en una película de velos orientales.
Es la hora del café. Un termo y unas galletas brotan de un rincón desconocido y la ordenada sala de conferencias se transforma en un murmullo que crece hasta semejar una colmena a mediodía. Te hablan, respondes. Me miras, te miro, nos miramos.
Tus ojos oscuros me penetran. Me desnudas lentamente y me descubres, asustándome. Estamos frente a frente, sin un block de apuntes que oculte el temblor de mis manos. Tu mirada oscura bucea en mis pensamientos y tengo la sensación que ya lo sabes: soy sensible a tu personalidad, a tu lenguaje, a tu figura y tú boca me atrae como un imán.
El programa contempla un solo día. El curso de capacitación empezó temprano, cuando normalmente la rutina diaria marca su hora, que hoy no existe porque la anulaste y lo mismo hiciste con mis barreras, despertando mis deseos ocultos.
Lo dijiste simple y directamente: almorcemos juntos. No tuve excusa para negarme y te seguí cual cordero. Comí lo que tú comiste, y bebí, lo que tú bebiste. Me sumergí en la magia de tu mirada penetrante y no supe defenderme o revelarme ante tu encanto y atractivo. Me conquistaste, me hiciste tuya sin un solo movimiento brusco, no necesitaste tocarme ni desnudarme, te apropiaste de mi mente, de mis sueños y de mis ideas.
Develaste mis pesadillas y tus labios le ordenaron a los míos, que respondieran a tus besos.
Reiniciaste la disertación y mi block de apuntes quedó en blanco, con torpeza seguí tus palabras hipnotizada por tu boca, tu respiración y tu mirada.
La exposición finalizó con un aplauso y tu mirada calculadora recorrió la sala hasta encontrar la mía. Caminaste a pasos largos buscando la salida y me pregunté sí te despedirías, la respuesta me la dieron tus ojos: ordenándome seguirte y como en la mañana, sin preguntas ni respuestas, fui tu único rebaño.
Tu boca buscó la mía enviciándola en una despedida sin palabras ni promesas. Del curso de capacitación guardo un block de apuntes, que en su interior tiene algunas anotaciones y muchas hojas en blanco...
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