Un día piensas que vas a quedarte eternamente en este puto mundo y al siguiente te ha dejado de latir el corazón. Así, sin más. Y te tienes que aguantar porque la realidad es así, tal cual. La muerte es la mayor putada que existe en el mundo, pero es lo único que nos hace tomar conciencia de la finitud de las cosas. Estamos cayendo como moscas, los humanos -digo. Hoy estás aquí y mañana allí; y no importa cuántas lágrimas derrame el mundo por tu ausencia, que tú no vas a volver a pisarlo en la vida. Aunque suene cruel, tanto tú como yo sabemos que de vez en cuando es necesario que se muera el de al lado para empezar a vivir hoy, por si no hay mañana. Cuando alguien cercano a ti muere como que te das más cuenta de lo que realmente es importante. Y empiezas a valorar más los hechos, y menos las cosas. Ya no le pones una interrogación a todo, porque nuestra función en la vida es muy clara: ser feliz, y esto último no se consigue dando vueltas a la cabeza hasta que explote -y nosotros con ella. Y es que se trata de eso, de ser feliz y la felicidad se encuentra viviendo, haciendo lo que uno quiere aquí y ahora; porque al fin y al cabo, nadie nos asegura que cuando apoyemos la cabeza en la almohada vayamos a volver a levantarla. Hoy ha ocurrido una tragedia griega, una de esas en las que piensas: AVER O EMPIEZO A VIVIR O ME MUERO. Y yo no quiero morirme, no si no es viviendo.