Fortuna

Tan pronto como el aguacero inicia, algunos destellos del ayer se presentan frente a sus ojos, como pequeñas estampas, con detalles ya borrosos al envejecer por el inflexible paso del tiempo.

Sin saber como ni porque, se apresura el correr de la sangre por sus venas, de la misma manera como ocurrió al salir el sol de aquel día que para él (sin saberlo) de seguro sería inolvidable.

Sin manifestar resistencia y forjando con muy poco esfuerzo, pero sintiéndolo cada vez más inaccesible, recapitula el pasado, que se aglomeran en sus pensamientos demandando su justo espacio para vivir nuevamente.

Mientras infinitas gotas caen y las voces habituales de la tormenta hacen fiesta, como espectador recuerda destellos de:

Tierra humeda y montaña
Aire puro y desaliento
Roce y sudor
Piel y lágrimas
Recelo y besos
Hambre y sed
. . .

Y así, con la velocidad con la que las nubes agotadas abren sus compuertas de algodón para desplomar el peso ya al límite de su preciada carga, las imágenes se desvanecen. El ruido del tráfico infernal y el vaivén del limpia parabrisas lo sitúan en su presente.

Ya cesó de llover. En su boca inconcientemente se dibuja una cómplice sonrisa, pues para su fortuna nunca dejará de llover.