Karol Wojtyla que llegaste un dìa valiente, humilde, silencioso, fuerte aùn,
al ceremonioso e infecto Vaticano, al pàramo de las inciertas energìas, a
la Cueva de Alì Babà. Con ese ànimo de transformador sutil, de renovador,
aunque astuto y cauto en tus propòsitos, no te fuera a pasar lo de tu ante-
cesor. ¡Pobre iluso Lusiani, durò un mes pretendiendo volcar las arcas de
la Santa Sede a los pobres del mundo, solo un mes! Pero vos Karol Jòzef
siempre tuviste claro hasta dònde llegar, hasta donde saber, hasta donde
averiguar. Aùn asì te la dieron bien dada por las dudas. Debès estar toda-
vìa cicatrizando las heridas que te propinò e loco de Alì, que sabìa bièn que
solo deberìa lastimarte y no matarte, polaco tosco. Como no acostumbro a
jurar, te aclaro que de aquello solo fuì un inocente espectador, un sorprendi-
do espectador de tan maravilloso acto, disparos, corridas, desesperaciòn,
ambulancias, y un Karol que recièn ahì supo dònde se habìa metido, en que
lìo. En esos nidos a veces no necesito entrar, los pichones saben pelear solos
por el alimento y sacarse los ojos o matarse entre sì, si es preciso.
Menuda representaciòn fìsica en la tierra tiene mi Amigo! Te adoraràn pola-
co, no les importarà el porque, la masa tuvo su fiesta de sangre y arena en
la plaza de San Pedro, lo han visto millones y solo hay un hèroe en este caos.
Pero basta de novelitas de niñas y de sus problemas internos. Hoy sì te vengo
a buscar. Espero que las medicinas hayan sido efectivas porque tienes un en-
cuentro en el que no podràs dar ni un àpice de ventaja. Lejos de tus largas y
tediosas misas, de todas tus lujosas y espectaculares ceremonias, hoy tienes
una sita conmigo, el mejor y màs aguerrido soldado de tu Padre, el que màs
lo conoce, su màs fiel contrincante, el que si te descuidas, te harà comer ese
ridìculo polleròn y pedir por favor de pasarse a sus filas, a las filas del Queru-
bìn protector del Señor, del que otrora tuviera mil veces màs pompa que tu
reinado de Papa.
Hoy es nuestro encuentro, no tuve mejor idea que venir acompañando cortes-
mente a la imbécil de Francesca, que no hace otra cosa que gritar como una
marrana y arrastrarse por los pisos, lo que empeora aùn màs mi humor.
Nos conduce un obispo, un tal Ottorino, que viene cagado en sus pantalones, lo
ignoro, es que prefiero no usar mi fuerza con un italiano cobarde, me guardo
todo para vos Karol, polaco cèlebre, silencioso soldado, resistente soldado, el
hèroe de la plaza, hoy, en el domingo de Ramos. Justo este dìa, justo este dìa
de gloria sin par, de gloria eterna, de victoria para toda la cristiandad.¡Todas
paparruchadas dignas de obedièntes e imaginativos escribièntes! Justo elijo
este dìa para terminar de un manotazo con tu cuerpo agujereado, y empezar a
cambiarle el nombre a esta misèrrima fecha. Para que empiece a reinar la otra
verdad, la mìa. Y no me vengas con el librillo del idiota de Urbano, ni con el hie-
rrito en la mano, ni con el agua de charco, ni con tu palabraje conmovedor, solo
remàngate Ioannes Paulus ll, que yo ya lo estoy hacièndo.




D.R.F.