Condenado a ser un sobreviviente
de la lista negra de tus sueños,
me someto a los “bueno, te cuento”
con que estrujas tu corazón y el mío.
En un sitio intermedio, entre dolor y olvido,
explicas que el amor, se mide con defectos,
deseos satisfechos y que la vida es dura.
No te culpo, pero jamás imagine
el columpio de tu intento de sinceridad,
como un reiterado monólogo con el muro
que opaca mis tardes de colores.
Solo para escuchar de tu pasado imperfecto,
que nadie te entiende, o las cosas que odias.
Te oigo y me encierro en el frágil recuerdo
de ese destino de haberte de amado tanto,
pero sinceramente, me cansa el permanente saber
de tu divorcio y los hombres de tu vida.
Bienvenida a la realidad, ahora es el turno
del reencuentro con la alegría, esa silueta
que se esconde en lo tenue de mi cuarto,
sobre la calle de las tres cuadras y media
que recorres una noche cualquiera,
para desahogarte desde el lecho
de tu anfibia soledad adolescente.
Lo siento niña, la vida falla… pero es la vida.
Apaga esa luz… y ya no hablemos. |