En el monte de los aciagos,
olvidándonos del tiempo,
salpicamos la tarde
de ratones alados,
buscando la sombra fugitiva
de ese personaje díscolo
que inventamos sabiamente
los amantes sempiternos.
El estado febril y temporal
que nos lleva de la luna al pozo,
inventando crónicas y leyendas
allá abajo, donde las malas lenguas
y la memoria de mi piel
ya de nada se asombran.
Texto agregado el 10-06-2011, y leído por 397
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