Todo eso que yo sé.
La historia que te cuento, y la versión que nunca te conté.
Una luz a medianoche, que vuelve claro el cielorraso del techo.
Una sábana que me resguarda, y mi mano que se asoma tras ella.
El cuaderno que siempre tomo, y la lapicera que me hace escribir.
La lámpara que lastima, y el foco amarillo que hoy me abriga.
La radio que me susurra, y la interferencia que me altera.
El libro que quiero leer, el que no leo, el que dejé de leer.
El orden que perdí, y la novedad que incorporé.
La noche que me apacigua, el sueño que no llega.
Los nervios de otro día, las voces que aún resuenan.
La impresión que llevo conmigo, y el rostro que nunca olvido.
Todo se mezcla en el más complejo de los sistemas dinámicos, porque intercambio mi energía con vos, quien lee mis palabras. Sin la mínima organización suelto fragmentos, pedazos de mis imágenes y de mis ideas, para que vos las atrapes.
Lo relevante es la relación entre lo que se forma y quiénes lo forman. Todos buscamos y queremos llegar a un punto de equivalencia, y por esto no me refiero a la igualdad entre nosotros. Podemos ser diferentes, y en efecto, lo somos; allí rige la riqueza de la variabilidad. Hay una reacción reversible, en la que de los reactivos resultan los productos, y la unión de los productos vuelve a formar los reactivos. En el punto en el que las velocidades de cada transformación se igualan, estamos en un punto de equilibrio.
La energía que utilizo es la misma que libero. Me muestro tal cual soy y te doy lo que recibís. Prefiero ser favorable y espontánea. No oculto nada.
Hay una reacción reversible, en la que de los reactivos, que yo escribo, resulta este producto, que vos lees; y de la conjugación de tu lectura se forman los reactivos de mi escritura. En el punto en el que la velocidad de mi escribir se iguala a tu lectura, estamos en estado de equilibrio.
"La Bioenergética escrita" por Karina Vargas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. |