Sentado en una noche cualquiera y única, el poeta se acercó hacía mí… Dijo cosas que no pude entender pero sí sentir… Rodeado de perros y ratas el poeta hablaba sin parar hasta que la luna se puso en el centro de mis ojos… Todo se hizo silencio y luego, el poeta se fue, camino a la nada… Le seguí y en mi camino respiré aires de paz… Subimos y bajamos. Corrimos y paramos. Llegamos y nos fuimos. Todo hicimos hasta llegar al último techo. Hombres y mujeres brotaban alegres de aquel lugar. Bailaban. Reían. Desnudos en un lugar de colores vivos… Entré tras el poeta y nos quitamos las ropas… Me senté y escuché a un hombre de piel de oro hablar… Habló y habló y en cada palabra noté que el poeta se extasiaba hasta brillar como el sol… Luego, luego de horas y horas, todo se hizo silencio. La gente desnuda se puso a orar, a pedir, a cerrar sus sentidos a un mundo vacío de magia… Miré a poeta y este había desaparecido… Salí de aquel lugar y me puse a caminar hasta buscar un hogar…
He caminado tanto y en mi largo periplo no he vuelto a ver al poeta. Nunca encontré mi hogar. Todas las puertas estaban cerradas para mí… Y agotado miré al cielo y volví a ver la luna encima de mí… La luna me dijo cosas muy dulces y yo le escuché… Me puse en mí y seguí mi periplo hasta llegar a un lugar lleno de gente contenta… Entré y dentro vi al poeta, desnudo y lleno de marcas por todos lados del cuerpo… Habló y habló y le escuché hasta que todos empezaron a rezar… Me paré y noté que el poeta me llamaba… ¿Dónde vas?... A casa, respondí… Abrió sus enormes brazos y me llamó… Caminé hacia él y mientras más me acercaba noté que empezaba a encogerme hasta volverme un punto… El poeta me cogió y me puso en su pecho, y no sé porqué, lloré por horas y horas hasta que no quedó una sola gota de mi triste llorar… desde aquel día caminamos juntos por un mundo brillante y vivo que brota del fondo de los ojos del poeta de la luz…