Me defrauda el ser humano. Su sonrisa interesada, su mano extendida para pedir y cerrada para dar. Me defrauda su estocada en el alma, con certeza espeluznante. Su mirada turbia de culpa y pulcra de divinidad. Me defrauda la traición, intrínseca a su esencia, el odio a su prójimo y peor aún su disimulo perpetuo. Me defrauda su ambición por ganar a costa de perder hasta su dignidad y su nombre heredado. Me defrauda –muy a mi pesar– saber todo esto y simular que lo ignoro, como queriendo hacer las paces con ese ser con el cual no comulgo ni en sus artificios para salir del paso ni en su verdad para mentirle al mundo que camina al borde de la cornisa. Definitivamente, me defrauda el ser humano y serlo yo también en cada respiro, en cada impulso egoísta por seguir reteniendo la vida.

25-05-04