No preciso en que momento decidí viajar , es raro que nadie me despida.
Dejo mí equipaje e ingreso a Policía Internacional. Espero el llamado de la Linea Aérea que despues de doce horas me llevará a Madrid y de ahí continuar mi vuelo hasta Londres, donde me esperará el.
No se si dormí, estoy como nueva.Si parece que recién embarqué en mí pais. Disfruto la calma del amanecer en el Aeropuerto de
Barajas, una mezcla de alumbrado eléctrico y los primeros rayos de sol que asoman por los ventanales, una maravilla. Hay poca gente en este momento y debo esperar dos horas.
Interrumpe mí meditación el llamado para embarcar. El avión no es tan grande, sensación de frescura y limpieza. Despega y a medida que avanza permite contemplar ese mar que aún me separa del que me espera. La visión se pierde en la altura, volamos sobre nubes. Todo tan rápido y estamos sobre el verde de la campiña inglesa. En minutos todo es más nítido, allà abajo unos microscópicos vehículos en unos cordones retorcidos al parecer son calles, animales pequeños, torres de iglesia. Estamos llegando, Heatrow es un aeropuerto inmenso, vamos a descender, aviones elevándose y otros por aterrizar. Mí emoción se atenúa al pensar:¿Y si chocamos?. Nunca antes habìa pensado así.
Al parecer ya los motores están en reversa, todo es tan rápido. Mi pecho es una estrecha cárcel que empieza a ampliarse. El aviòn se estremece, no se que pasa, pienso que estoy por verte, nadie lo impedirá.
Eso creí. El terremoto y su estrépito pavoroso interrumpió mì dulce sueño.
Y no vi a mí hijo.
Silvia Parra B. |