Un dolor, tres dolores, o cuarenta formas de caer de pie.
Un cuento,
mal contado,
de lo que esta pasando en la escalera, al salir de casa.
Manchas de colores.
Esas típicas historias enredadas donde todos terminan perdiendo porque una guerra entre todos claramente no tiene lógica.
Un pastel de cumpleaños,
de plástico,
en mi repisa hecha de cartón,
Porque los pasteles reales pasan demasiado lejos de este barrio que vive a dieta, para entrar en unos pantalones ajustados, moda pitillo, WTF.
Escapar a la playa, para decir yo lo hice, pero no tengo nada que ver.
Escapar porque se te viene el mundo encima, y se acomoda en la espalda, sobre el hombro derecho, pelota de músculos y grasa.
Constracturaciones del ser.
No, hoy no.
Hoy voy a bailar porque me sale solo, el mismo paso,
ridículo colectivo que me mamo sola, en la privacidad del hogar con olor a cantina, en la privacidad del baño lleno de pendejos.
Hoy voy a pensar que no quiero pensar para que todo esto pase por mi cabeza como colador de tallarines,
para que los pies se me muevan solos como se le movían solos a Fred Astaire, Jerry Lewis, Mario Moreno, que se yo.
Hoy me voy a tirar de todos los precipicios porque mañana no tengo nada que hacer en esta casa, barrio, país, mundo.
La gente se ríe cuando uno habla del riesgo social, la gente suele reírse de las cosas.
La gente suele reírse y subir en auto a Cantagallo, la gente suele reírse en Cantagallo de la gente que se ríe del riesgo social.
Estos tienen que aprender a gente.
Es que es la raza la mala.
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