Ha sido único tu rostro. Borró todos los demás que atisbaron la existencia. Se percibió tu aroma por sobre aquellos que alguna vez osados se atrevieron a estacionarse cercanos. Plantaste tu sino igual que una montaña con la fuerza total de un mar tempestuoso. Los otros sueños nunca significaron nada. Por eso te liberé del miedo incesante y me apaciguaste hasta el final de los tiempos. Luego de germinar el vergel terrenal menguamos caminos y todo recomenzó a menor ritmo como siempre o como nunca cual si nada fuese o tal vez demasiado.
Texto agregado el 07-06-2011, y leído por 260 visitantes. (8 votos)