Oscuridad… Ruido … Desolación
Almas muertas, putrefactas de vidas baldías, de llantos rotos, de te quieros falsos, ausentes en el exterminio.
Se asfixia, le falta el aire, la luz, le falta el futuro. Repudiada, incomprendida, angustiada… sola. No ve el camino, no se encuentra en el espejo, no se ve, ni el hoy ni el mañana, condenada a soportarse, a soportarlo, sin aire, sin respiración, sin un futuro que sabe que existe y no ve, con la incertidumbre de lo que está desolado, destruido, cayéndose los muros de su casa deambula sorda por el estruendo, sin una sola barandilla a la que sujetarse cae entre esos cascotes, quieta, sin gritar, esperando el golpe, arrastrando a su paso las ropas que se encuentran tendidas, esas ropas que son vuestras y tendéis para parar su golpe haciendo de la caída la eternidad, ¿dónde está el suelo? agonía, ¿dónde?… que acabe ya, viva, muerta, lisiada… que acabe, que llegue al final, no quiere morir antes. Cierra los ojos, desea despertar de esta agonía pero no consigue que desaparezca, la desolación sigue mirándole a los ojos cuando los abre… y siguen cayendo esos muros, golpeándole entre el olor a suavizante de la ropa de los que quiso y quiere. Dedos acusadores, odios que le culpan de la mismísima creación del mundo, sabiendo que no ha sido ella sino ellos, dedos como dagas que convierten sus entrañas en jirones de carne descompuesta, de una carne que antaño formó parte de ella, carne que hiede y envenena.
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