El tema de la muerte era mi obsesión. Me consolaba pensando que, por lo menos, todos nacemos una sola vez, por lo que también vamos a morir en una única oportunidad.
Un día lo conocí. Noté enseguida que era un fanático e intuí su locura. Sin embargo no sentí temor; me fascinaba el poder que ejercía sobre las personas.
Atraída por su personalidad ingresé a la secta.
Las leyes eran muy estrictas y los castigos despiadados; nadie se atrevía a desobedecerlo.

Creo que él sabía que yo no compartía sus creencias. A mí lo único que me interesaba era observar la aceptación ciega de sus seguidores.

Una noche descubrí uno de los rituales que mantenía en secreto. Como no podía dormir desobedecí sus órdenes y salí del sector en el que nos hallábamos confinados. Me dirigí a la zona prohibida. Una vez allí escuché voces, entre las cuales identifiqué la suya. Sentí curiosidad; me acerqué, y vi a una mujer atada sobre una especie de altar. Imaginé enseguida que era algún tipo de sacrificio.
Traté de ocultarme, pero me vieron. Tuve que cantar y danzar hasta que el ritual se tornó frenético. En ese momento se detuvieron para entregarme un cuchillo. No tuve dudas de lo que esperaban de mí. Entonces la apuñalé.
A partir de ese día, me convertí en la encargada de llevar a cabo los sacrificios. Poco a poco, aprendí por qué son tan importantes estas ceremonias. Según él, gracias a los rituales, ha conseguido ser inmortal. No sé si creerle, pero mientras tanto cumplo con mi tarea. ¿Quién sabe? Es probable que algún día me convierta en la nueva líder. Si lo consigo, podré comprobar si sus teorías son ciertas. Él será mi primera víctima.