Recuerdo muy bien mi primera clase de Resonancia Magnética Nuclear, si, la recuerdo como si fuera ayer. Estaba en la entrada del salón hablando con un linda chica, tratando de echarle los perros, entonces apareció el profesor en las escaleras, recuerdo muy bien la impresión que me dio, llevaba bata blanca, un jean azul, de pelo blanco con gafas no muy alto, no muy bajo y caminaba un poco encorvado, mientras bajaba las escaleras se encontró con dos profesores que lo saludaron, casi lo reverenciaban, lo saludaban de la misma forma que yo hubiera saludado a Robert Plant o a Jimmy Page, en fin, él les devolvió el saludo, intercambiaron algunas palabras, bajo las escaleras abrió la puerta del salón, todos entramos, él fue el ultimo entrar, boto el portafolios en el escritorio y casi gritando dijo: ¡Buenos días!, todos nos asustamos con el grito y quedamos con los ojos bien abiertos , nos conto, éramos en total 29, y luego dijo: -muchachos y muchachas, ustedes ya van en la mitad de la carrera, y supongo que ya se desenvuelven muy bien en la vida universitaria, de modo que para este momento ya se les debe haber olvidado la realidad, si, tantos parciales, exámenes, ensayos, ecuaciones, novios, novias, sexo, vino y marihuana, ya los debe haber aturdido, así que miren bien a la derecha e izquierda, porque cuando se gradúen, “sus amigos”, serán sus contrincantes, en el mundo del trabajo el mejor es el que consigue el trabajo, así que si yo fuera ustedes pondría muchísima atención a cada palabra que saliera de cada boca de cada profesor, por que eso, es lo que va hacer la diferencia entre ser profesor de la Universidad X o analista de laboratorio para shampoo anti caspa-, todos nos quedamos blancos, nadie sabia que hacer o decir, el salón esta en un completo silencio, hasta que un compañero se paro y dijo: -profesor pero eso no implica que no podamos disfrutar la experiencia universitaria-, el profesor al escuchar esto, lo miro fijamente y le pregunto: -¿En donde vives?-, el compañero se extraño por la pregunta y respondió: -En el norte-, así que el profesor le dijo: -Ah, con razón, entonces disfruta muy bien el dinero de tus papas-, el compañero se puso rojo y se volvió a sentar, desde ese día recuerdo muy bien sus palabras y me preparo con gran dedicación para la carnicería que voy a presenciar el día después de que me entreguen mi diploma.