Juan del Monte
No se trata de ganar, no se trata de perder. Si al fin y al cabo venimos solos y nos vamos solos, de dónde y a dónde: no sé; pero siempre andamos solos. Desde mi punto de vista lo mejor es no escupir para arriba y hacer las cosas como uno crea que esta bien... Quizás por eso nunca me va demasiado bien. Aunque: "bien" es una palabra un poco absurda. Pero lo que hoy nos convoca no es el debate a cerca del bien y el mal. Para eso, en todo caso, consulte a algún abogado, un cura, un gitano, un astrólogo, un psicólogo, un antropólogo, un sociólogo, un humanista, un artista, un socialista, un economista, un dentista... o alguno de los tantos eruditos ólogos e istas de nuestra época.
Arenosa arenosita
mi tierra cafayateña
el que bebe de su vino
gana sueño y pierde pena
Yo; José Ignacio Mendoza, joven no muy apuesto de escasos veintitrés años de edad, nariz prominente, talla quijotesca (gran admirador del ingenioso hidalgo), híbrido de razas, con algunos rasgos aborígenes, pelo quiscudo y una sola ceja grande (que dice: Mendozza, Mendozza, coño Mendozza...) Salteño, aprendiz de música, no tan borrachín pero sí guitarrero; caminaba por la plaza de éste tal Cafayate en una de mis cortas vacaciones de verano. El sol ya estaba tirándose para atrás de las montañas (majestuoso monumento que me pone en mi lugar) que bordean al río Colorau, también conocido como Colorado; pero mejor llamarle Colorau porque así me dijo, en una de las calles del barrio Cooperativa, un niño de sonrisa grande y camiseta de Boca que traía una pistola de juguete en la mano... como si al río le interesarse llamarse de algún modo (maldita tendencia de ponerle nombre a todas las cosas...), como si el niño supiese lo que lleva en la mano (maldita tendencia que nos lleva al carajo) Perdón... creo que me estoy yendo un poco: vagaje (maldita tendencia).
Estaba en lo del sol: resulta que el amigo "Apolo", también conocido como "Febo", se estaba metiendo por atrás de estas montañas, yo creo que ahí es su habitación porque según decía un cartel que estaba en la entrada del pueblo (Che atención que aquí viene una tanda publicitaria alusiva al turismo de la región que nos va a enriquecer a los de por acá) "en Cafayate es donde vive el sol..."
Y de repente...: Ella. Sentada en uno de los bancos que miran al ocaso. Muy petisita; pero majestuosa como las montañas. Una negra preciosa; pelo largo, negro, lacio; labios grandes; dientes parejos; ojos de color indefinido por el momento, ya que estaban escondidos tras unos anteojos de sol color verde carpa iglú, una maravilla de la psicodelia mezclada al ambiente de camping que ronda por la zona; bronceado cafayateño (creo que la secretaría de turismo de la provincia podría tener una consideración especial para conmigo); una delicia auténtica y artesanal; motivo suficiente como para que yo me haga el don tonto y comience a dar varias vueltas a la plaza mientras pensaba y repetía constantemente "si Mahoma no puede ir a la montaña, que la montaña vaya a Mahoma, si Mahoma no puede ir a la montaña... Y bueno: Después de unas cuatro vueltas aproximadamente y viendo que seguía ahí tan sola, y que el sol ya estaba por dormirse, y que por una vez en mi vida no tenía que ser tímido... Con tal no perdía nada: si ella no quería hablarme o estaba esperando a alguien sería lo mismo, aunque no... pero...
Me pare enfrente; la mire, si sus ojos eran tan negros como su pelo posiblemente terminaría de aturdirme. Sonreí, y gracias a Dios o a Supay (que también hace algunos favores) hablamos al unísono, porque ella dijo ¿hola!! Y yo Mahoma!!. No pude aguantarme la risa. Si no me cagaba tanto de risa posiblemente hubiera pasado desapercibido; pero gracias a mi ridiculez, que confesé mientras me ponía bordó (los negrito no nos ponemos rojos...), pasamos unas cuantas horas hablando y riéndonos como si nos conociéramos desde siempre.
Me costaba creer un poco lo que estaba pasando, hacía tiempo que no me sentía tan bien. Como si nada, nos contamos casi todas nuestras cortas vidas, nuestros fracasos, nuestras muertes, nuestro vacío, nuestra primavera, nuestra esperanza. Ella era una niña, recién había terminado el secundario, su suerte no había sido la mejor de todas; pero se reía maravillosamente, cómo explicar su luz. Rima se arrima la cinta se pinta tus ojos mi antojo tu pelo mi enredo tu piel un misterio.
Yo ya no era tan niño; pero por momentos me sentía mucho más inocente que ella. Mi historia era un poco más tranquila. Huérfano de padre; pero criado por una madre muy fuerte y mis tres hermanos mayores, hombres muy trabajadores que hicieron de la carpintería del viejo una mueblería, nunca pasé muchas necesidades. Hacía dos años que me había recibido de profesor de piano y trabajaba modestamente; muy modestamente, el rubro de educación artístico-musical no es muy redituable en estos tiempos (¿alguna vez lo fue?); para juntar plata y seguir mis estudios en una ciudad con mas smock. Mi viejo, el loco Julio, me inculcó desde muy chico la música y medio año antes de morir me inscribió en la Escuela Provincial, tenía nueve años. Él decía que yo tenía que ser un concertista. Tuve algunos tropezones en mis estudios, es mas: los sigo teniendo; pero la imagen del viejo fue siempre muy imponente. Yo sé muy bien que él desde chico quiso ser un director de orquesta, de una orquesta criolla como él la llamaba (guitarras, violines, charangos, zampoñas, quenas, flauta traversa, contrabajo, bombo, timbal, trompeta, bandoneón...) era un músico de alma, guitarrero y cantor, siempre quiso estudiar; pero el trabajo consume mucho tiempo, había que sacar a flote una familia, un matrimonio muy joven. Todavía me acuerdo de esa tarde en que entré en la carpintería y estaban todas las sillas, las puertas y esas mesitas de patas largas dispuestas de una forma muy extraña, como una medialuna, y en el medio, con un metro en la mano, que bailaba al compás del silencio de la siesta, el hombre grande.
Arrope, la niña se llamaba "Arrope". Tanto acordarme de ese viejo pirado se me estaba espantando la historia. Sentada la niña descansa a mi lado su nombre es Arrope sus ojos son de algarroba y miel Nadie le dijo que en este lugar no existen las niñas de tan bello nombre ni tan dulce voz Sus manos son pequeñas sus pieses también su panza me gusta descalza Creo haber dicho que su vida no había sido muy afortunada; pero con un nombre tan dulce, estaba como protegida. Citó un proverbio alusivo a una queja por no tener sandalias hasta luego ver alguien que no tenía pies, se puso seria y después desembocó en una carcajada. Hablamos de música, prometí enseñarle a tocar la guitarra. Vivíamos en la misma ciudad, Salta la linda. Nunca antes nos habíamos visto, posiblemente por la diferencia generacional. Yo vivía en un barrio con mi madre, ella en el centro con su abuela, nunca había conocido a sus padres, dijo que se hundieron en el absurdo mar de los pensantes.
La noche estaba superpoblada, en el campo hay mas estrellas (y en el cielo mas hormigas). De repente aparecieron dos amigas de Arrope y nos invitaron a una peña que quedaba a la vuelta de la plaza. Estaban un poco preocupadas, hacia como dos horas que la buscaban. Todo muy extraño, nosotros no nos habíamos movido de ese banco, el pueblo es muy chico, casi toda la gente se conoce. Quizás nos volvimos invisibles. De todas formas fuimos. Por supuesto yo me sentía un poco raro, no soy muy amigo de los lugares demasiado bulliciosos, me cuesta un poco relacionarme con la gente. Pero no importaba nada. No le caí tan mal a las amiguitas de la petisa. Escuché algunos conjuntos folclóricos muy lindos, otros no tanto... Y de pronto lo que temía. Nueva modalidad de algunas peñas, que produce el enardecimiento de la chinada, cuando terminan de actuar los grupos: meta cumbia y cuarteto. Yo no tengo ningún problema en escuchar ese tipo de música, no es mi favorita obviamente; pero aprendí que el prejuicio es uno de los pilares fundamentales de la mediocridad (los otros dos son la ignorancia y la generalización, y caminan en un orden lógico). El gran problema era que como bailarín soy completamente de madera terciada (sí por lo menos fuera de algarrobo, o de naranjillo). El vino patero estaba muy rico. Arrope era un caso, aun prevenida de mi condición danzante sumamente precaria (en este punto aclaro que bailo mas o menos zambas y chacareras, tampoco es pa' tanto... como para decir guau!!! Cómo baila este chango...!!!, pero por lo menos les conozco las vueltas), convirtió sus muy cortitos brazos en una especie de piolín y me hizo dar vueltas como trompo; como los trompos de madera y clavo que bailaban en los recreos de la escuela primaria. Hace mucho tiempo que desaparecieron, el año pasado vi uno durmiendo en la vidriera de una librería de la calle Güemes, creo que estaba triste.
La última vez que me había divertido tanto fue en una fiesta criolla de San Santiago, un invierno humahuaqueño (taba, chicha y carnavalito). Arrope estaba tan linda. Mira de reojo algún horizonte tiene una esperanza andar sola en la calle sentirse mas alta No sabe que el día se va con el sol camina sin prisa da vuelta en la esquina despierta en la noche Mis pies ya no daban mas, encima había estado toda la mañana haciendo dedo. Le dije que me iba a sentar un rato, comenzó a decirme que era un viejo. Y sí, los años no vienen solos y yo siempre tuve una vida muy pasiva, mi estado físico es deplorable. Sonrío. Cómo explicar su luz. Sus manos son pequeñas. Nos sentamos junto a las amigas, ya era un poco tarde, las luces del lugar se encendían como ofreciéndonos salir, dos señoras limpiaban las mesas, una se acercó a cobrarnos, la gente se estaba yendo. De todas formas nosotros teníamos que hacer tiempo hasta las diez de la mañana que era la hora en que salía el colectivo en el que se volvían las chicas a Salta (inclusive Arrope, ya hacia unas dos semanas que estaban). Y de repente: El personaje de la noche. Chango muy pintudo, morocho, alto, musculoso, de pelo corto y ondulado, ojos verdes, clásica indumentaria de salteñote de la aristocracia gaucheril pueblerina: bombacha, alpargatas, camisa fina de botones desprendidos, cuentaganado, puñal en vaina, teléfono celular chiquitito, sombrero, vaso de fernet con hielo y un chorrito de coca, acuyico y billetera gorda. Hola loco como andás. Me llamo Pedro, querés un poco de ferne. Sí como no, gracias, un gusto, yo me llamo José. Es pa' charlar con las chicas. Claro no soy tonto; ningún problema está todo bien, adelante.
Un buen machao. Ya dije que teníamos que esperar el colectivo. El día se estaba haciendo, nos estaban echando de la peña, que mejor forma de hacer tiempo que compartir una guitarreada y unos vinos con uno de estos productos autóctonos de la zona. Aparte seguro que si era cafayateño tenía una guitarra a mano. Dicho y hecho, salimos de la peña y fuimos a buscar esa "cañita de pescar" a su casa (así se las llama a las guitarras por acá, no sólo por tratarse en su mayoría de palos con tanzas; sino también por ser buenos instrumentos de cacería). Caminamos una cinco cuadras en dirección a Tolombón y llegamos a un caserón alto de ladrillos a la vista, en la puerta estaba estacionada una camioneta patona, que tenía la trompa hecha un acordeón. En ese momento me acordé que al mediodía había escuchado hablar sobre un accidente ocurrido el miércoles a la noche donde habían fallecido dos chicos. Entramos a un living, Pedro nos pidió que esperemos un rato en silencio. Los sillones eran muy cómodos, un bordó afelpadito; había muchas fotos de señores bien parecidos, escudos nobiliarios, cucharas y bandejas de plata ordenadas en un mueble antiguo y menciones de honor al Dr. Aransivia... Las chicas hablaban muy despacio entre ellas, Arrope miraba absorta un tapiz muy grueso con dibujos rupestres que colgaba de la pared. No entraba mucha luz gracias a las cortinas, ella era tan linda que me dolían los ojos... En eso apareció el gaucho con su guitarra (que es un pedazo de historia) y nos invitó a salir; la gente de la casa dormía.
Cañita en mano nos fuimos todos hasta un baldío, porque la policía estaba en la plaza y nos iban a sacar corriendo. Pedro parecía un tipo agradable y, religiosamente, estaba disfrutando de su "Viernes de soltero". Rasgo muy característico del machismo provinciano que, según dicen algunas mujeres, se complementa con el "Sábado de carnero". Mientras íbamos caminando me preguntaba picarescamente con la mirada, y yo le respondía, levantando los hombros, el popular y conocido: no sé... Al llegar me dio la guitarra, me dijo que ya que era el músico que la afine y que toque alguito, él iba a cantar. Estaba un poco baja, le pregunté si le podía pegar el tirón. Métale nomás maestro.
Siempre me gustó templar los instrumentos, para mi viejo era como una especie de ceremonia que merecía el silencio y la espera. "La música es el equilibrio de este mundo". Frase que encontré manuscrita en la contratapa de un disco de obras para piano de Charles Ives..., ese extrañísimo Julio Mendoza.
Afine rapidito ante la impaciencia de la congregación baldía (las tres chicas y Pedro), en estos casos no se permite la detallada contemplación de las ondas sonoras, y comenzó así:
Entre las sendas del monte
trapito de nube oscura
desflecándose en el aire
va la sombra de la viuda
la dibuja el refusilo
le moja el pelo la lluvia
Pedro resultó ser un cantor de una voz privilegiada. Yo opté simplemente por acompañarlo, preferí cerrar la boca, y así paseamos por otras zambas y unas cuantas chacareras. (ah... y la cueca arenosa, obviamente). Después el gaucho agarró la guitarra y fue imposible quitársela. Solo la soltó unos minutos para contestar un llamado: Ya está todo arreglado...bueno, entonces yo esa noche estaba en La Rioja...y que Dios se aparezca en el juzgado. Y se puso a cantar una infinidad de zambas medio romanticonas y algunos boleros. De repente apareció otro espécimen interesantísimo: Baquito. Describir este personaje es verdaderamente un gusto. Pelo largo, podríamos decir un poco sucio. Morocho, no muy alto, un solo diente, ojos ebrios, cuerenta y pico de años, ropa medio hippona, tonada porteña , aunque parece que ya vivía hace bastante en Cafayate, manos grandes y demasiado virtuosas para la guitarra y el tetrabrik mendozino, que paradojicamente se consume en Cafayate. Creo que decir que "tocaba bien" es poco. Hizo una muy linda versión de Zamba soltera. Un tipo demasiado interesante, Ay!!! Baquito si no fueras tan borracho!!!.Dijo el gaucho mientras le quitaba la guitarra y le devolvía el vino. Yo quería que siga tocando, si bien no estaba en un buen estado era algo muy bello: "Concierto para guitarra y vino, en un baldío cafayateño, a cargo de uno de los mejores guitarristas anónimos". Aparte el gaucho seguro iba a seguir con su repertorio de repostería.
Y bueno...no todos los días es Navidad, Baquito siguió su camino y el gaucho sus demostraciones. Yo directamente no pude tocar una cuerda. El amigo Pedro ya no me agradaba demasiado y la cosa comenzó a ponerse pesadita, no tanto por cuestiones de gustos estético-musicales, que en esta caso no tenían mucha importancia; sino más bien, porque todos los elogios, las miradas y las canciones iban dirigidas a Arrope. La situación era un poco tensionante. Había otras dos chicas y eran bastante lindas, sin querer ya era algo personal. Aunque por qué debería serlo si Arrope no era nada mío, apenas la había conocido hace unas horas, el gaucho estaba en todo su derecho. En este punto creo que él llevaba todas las de ganar (el conocido complejo del feo...) Aparte yo había estado toda la noche con ella y simplemente había bailado, por ahí agarre sus manos, eran tan pequeñas... Nunca he sido muy hábil con las mujeres, aparte la veía con otros ojos, no sé... soy tan torpe. Y Pedro se me burlaba porque decía que a cada rato me iba a mear.
Trate de romper el hielo pidiéndole que toque la chacarera del zorro Juan del monte , ya que no existe la chacarera del Coyote; pero fue inútil. El muy hijo de puta seguía con sus abandona el temor amada mía que nos espera la rosa primavera en bombacha y corpiño, y ya me rompía mucho las pelotas, eran nueve segundas menores superpuestas... Respiré hondo, muy hondo, traté de tranquilizarme. Todo esto no tenía sentido. Comencé a reírme de mí mismo. Realmente no tenía sentido. Dentro de una hora se iban las chicas, yo siempre he sido un fantasma. Burlarme de mí me tranquiliza, es algo catártico, como las teclas, como las letras, como putiar al aire.
El ataque de bronca no duró mucho, soy feo pero no tonto. Conozco en cierta forma algunas formas y siempre me guío por ejemplos musicales para tratar de medir la trascendencia de las cosas (ésto era una obra efímera). Así me va, así ando, no sé... Ya faltaba poco para que salga el colectivo, se enfundó la guitarra y nos fuimos hasta la casa donde paraban las chicas a buscar sus bolsos. En el camino iba conversando con Arrope, las cosas eran normales. En eso mi amigo Pedro, en tono desafiante me dijo: te doy cuarenta segundos de ventaja, dale, cuarenta segundos, vos seguí caminando con la petisa, yo te dejo, a ver qué haces... Y qué iba a hacer: me hice el tonto y sigo caminando (ya dije que no soy muy hábil).
Gracias a los "segundos de ventaja" llegamos un poco antes a la casa y seguimos hablando (cómo explicar su luz) hasta que aparecieron las dos chicas con Pedro. Luego las tres entraron a preparar los bolsos, nos pidieron que no hablemos muy fuerte, y nos quedamos a esperarlas. La situación seguía tensa. En eso, el gaucho me contó su historia:
Sabes por qué me acerqué a ustedes en la peña. Porque yo soy el tigre y ando cazando... me gustó mucho tu china. Me miraba desafiante. Qué china. Las mujeres no son de nadie, son de todos... O acaso eso no dice el dicho. Dije medio cobardemente, como lavándome las manos. Las mujeres son del tigre. Y en realidad estoy haciendo esto porque te vi muy buenito, muy boludito, y quiero mostrarte que soy mejor que vos... si te parece que soy soberbio, puede ser cierto, así me muevo. El tigre es muy astuto. Bueno...está bien; a mi la verdad no me interesa competir con vos, no debo estar a tu nivel. El tigre es muy astuto. Repitió mi amigo mientras me escupía la coca en los pies. Pero también existe el león, acaso yo no pudo ser el león...
Cuando terminé de decir esto me di cuenta que quizás había metido la pata hasta el fondo, quién me creía que era. Ta bien negro, es verda... el león es el rey de la selva; pero el tigre es más astuto: se mezcla con la maleza, vigila, está siempre al acecho, y cuando tiene medida la presa ...pega el tarascón; pero como buen tigre también soy un caballero. Y pa' que vea que soy realmente un señor le voy a pedir permiso para inaugurar acá en Cafayate lo que hace tiempo debería haber impuesto: La Serenata propiamente dicha. No esa porquería donde hay que pagar una entrada pa' mirar unos conjuntos en un escenario. La Serenata propiamente dicha es la que se canta en las ventanas de las casas para conquistar a una mujer. Y como soy un caballero, le voy a pedir permiso, Sr León..., para cantarle a su china. En ese momento desenfundó la guitarra y comenzó a encarar para la ventana.
Para!!! Para!!! No nos hagamos los locos, hay gente durmiendo nos van a sacar cagando. Agarré fuerte la guitarra del mango y tape las cuerdas. Me miró muy feo. Sentí mucho miedo cuando vi que Pedro iba a sacar ese cuchillito de su vaina. Pensé que por esta boludez me iban a abrir como campera. Yo nunca había peleado con nadie. Siempre he sido muy flaco, casi raquítico y por consiguiente pacifista. El tigre es muy astuto. Dijo mientras desenfundaba su puñal. Y el León tiene mas culo que espalda, mientras lo guardaba al ver que las chicas estaban saliendo.
Y...sí. No hay tonto sin suerte. Volví a respirar tranquilo. Y traté de enfriar un poco el ambiente haciéndole unas bromas al tigre y ridiculizando la escena. Al fin y al cabo él era solo un salteñote, de esos que conozco bastante bien, tratando de probarse así mismo su hombría. Llevar todo a un tono de jolgorio ayudó a que las cosas cambien. El tigre me pidió que le concediese tres minutos exactos para hablar con Arrope. Yo le dije que a mi no tenía que pedirme permiso, me molestaba terriblemente ver a esa niña como un objeto en disputa, si ella quería hablar con él cuál era el problema. Además yo ya sabía que era un tipo muy pesado y que Arrope no... bueno... no sé... tampoco la conocía demasiado. Pero; pasaría lo tendría que pasar y punto.
Los tres minutos se alargaron demasiado. Hacia rato que el sol ya había salido. No podía verle los ojos a Arrope porque otra vez estaban tras el vidrio verde. Ella se quedó conversando con Pedro. Yo seguí caminando con las otras dos chicas, hablábamos de cualquier cosa mientras comíamos uvas chinche (también llamadas "monterrico"), huevitos y rosadas. Por ahí mire de reojo para atrás (tiene una esperanza), venían caminando. La situación no parecía muy amorosa. Llegamos a la terminal. Esperamos unos minutos. Ya era la hora del colectivo. En ese momento llegó la niña, sola, tan sola como la primera vez que la vi. Sus ojos eran negros, definitivamente...
Ese tarado me robó los anteojos, dijo mientras acomodaba su mochila en la baulera. Estás enojado conmigo. No, por qué. Estás extraño. Es que tengo mucho sueño. Bueno... José nos vemos, ha sido un gusto conocerte, nos vamos a ver no?. Si como no, puede ser...
Se fue, digo: se fueron. Caminé hasta la plaza. Ahí estaba mi amigo el gaucho y su guitarra. Otro pedazo de historia
Che tigre. Me acerque amigablemente. Cómo anda león, dijo levantándose el sombrero como para mostrarme sus anteojos nuevos, color verde carpa iglú. Bien che... seguimos la guitarreada. Ya eran las diez y media de la mañana, sábado. Mucha gente estaba trabajando, había algunos turistas que recién llegaban. Como no, león. Afine maestro que esta de terror
Cantamos La Pomeña. Adelante, dijo mientras se sacaba el sombrero y los anteojos. Eulogia Tapia en La Poma al aire da su ternura... Creo haber dicho que Pedro cantaba maravillosamente.
Sabe que tigre... Qué pasa león? Me cansé de mi condición de león... Se siente mucha seguridad al ser el rey de la selva; pero yo creo que no es lo mío. Yo quiero ser Juan del monte, por acá hay muchos montes, no hay selvas. "Chacarera amanecida esa que canta el zorrito, el que roba las gallinas y que se queda solito".
Claro compadre: el zorrito es una de las maravillas más grande de nuestra fauna "El no quisiera alabarse, no quiere ser palangana, no hay mujer que no florezca pal' zorro cada mañana". "Nadie sabe que tiene hijos, que por sus hijitos llora". Cantemos esa chacarera tigre, pero tóquela usted. Le dije mientras le daba la guitarra y miraba el par de anteojos que tenía en el bolsillo derecho de su bombacha de gaucho.
La chacarera tiene: una estrofa, un punteo, una estrofa, un punteo, una estofa, un estribillo, un intermedio, una estrofa, un punteo, una estrofa, un punteo, una estrofa, un estribillo. Tiempo suficiente como para que pueda robar un par de anteojos. Pero cómo, si yo nunca había robado nada, aún así vi como en los videojuegos los changuitos se la ingenian para sacarte la plata de los bolsillos. Solo tenía que hacer una especie de tijereta con mis dedos yanqui e índice. Para pám, Para pám, parabarabám pa pám pam, parabarabám pa pám. La chacarera había comenzado. No pensé demasiado, solo hice lo que tenía que hacer. Cometer mi primer delito, amparado por un principio de justicia, mi principio de justicia. Me moví muy sigilosamente. Ya había llegado al primer estribillo, solo me quedaba la segunda, solo me faltaba la mitad. Pedro se dio vuelta. Yo, inmóvil...
No paso nada, justo venían unas chicas que partían la tierra. Por suerte Pedro se posesionaba al cantar (ya dije que cantaba maravillosamente). Quedaba la última estrofa, el estribillo se hizo mas corto de lo que pensaba. Y a los que tienen les ro-ba.
¡Qué grande Pedrito querido, salió impresionante, ahora ya me puedo ir a dormir tranquilo!!! Nos vemos tigre!!! Bueno negro. Ya sabes donde es mi casa, así que aparecete mañana pa que vayamos a la peña. Dale tigre, quedamos así. Chau, nos vemos campeón.
Salí caminando tranquilo. Respiraba hondo, me reía de mi suerte. De repente sentí que me silbaban. Era Pedro. Se lo veía muy firme, me llamaba haciéndome señas con los brazos. Comencé a caminar hacia él. Pensaba: "ahora si me abren como carpa, quién me manda a mí a hacer estas pelotudeces"
Qué pasa pedrito, dije mientras me hacía el tonto como solo yo sé. Che!!! Desapareció mi trofeo. ¿Qué trofeo? Esos anteojos de la pendeja. A ver fijate si no están por ahí. No, no veo nada, dije mientras buscaba debajo del banco. Y no se habrán caído en uno de tus bolsillos. Me miraba fijo. Yo, don tonto. Pero de qué me acusas hermano, yo no vi ningunos anteojos, mirá. Di vueltas mis bolsillos. En los de mi pantalón, nada: tres monedas y una llave; y en los de mi campera: un pañuelo. Vio compadre. Disculpá, no importa. Eran muy feos, seguro que después me da otra cosa. No las conoceré "yo" a las mujeres. Está bien Pedrito, chau, hasta mañana.
Ahora si caminaba más tranquilo, eran como las once de la mañana. Pobre Pedro no se había dado cuenta de mi transformación. El sol estaba muy fuerte así que saqué mis anteojos nuevos de la manga izquierda de mi campera.
Pobrecito Juan del Monte
ya lo ha tapado la muerte
y ella misma va diciendo
triste que mató a la suerte
En cuanto a Arrope, nunca la pude encontrar... creo haber dicho que no me va demasiado bien. Sus ojos eran negros, como su pelo, como mi noche...
PD:
Bueno... como su pelo, como mi noche: como mi pelo, como su noche. Me parece que no queda muy claro. Lo de recién es solo un intento fallido de hacerme pasar por ese flaco estúpido que tenía palomitas en la cabeza. No es nada fácil ponerse en el lugar de un hombre. De todas maneras me ayuda a dispersarme, éste trabajo de hacerme pasar por otras personas es un buen mecanismo de defensa y lo uso desde que era muy chica. Si yo te contara, Pedro, todo lo que tuve que pasar para recuperarme de lo del accidente, posiblemente hubieras preferido que nunca te llegara ésta carta (algo extensa pero carta al fin). Sinceramente no entiendo mucho lo que está pasando. Todo esto me va a volver loca. Por las noches me despierto sobresaltada , no puedo sacarme esa imagen de la cabeza. No se qué es lo que será de tu vida, solo espero que estés bien y que por favor me contestes, para ayudarme a aclarar esta nebulosa que poco a poco me está llevando hacia un extremo al cual no quisiera llegar.
Ya se... no tendría que seguir escarbando en lo mismo; pero me resulta inevitable. Creo que los dos sabemos que si seguimos escondiendo lo que pasó va a llegar un momento en que vamos a explotar. No se vos; pero yo ya no aguanto mas. Así que apenas recibas ésta carta contestame. Enviala a lo de mi abuela (Alsina 436, Salta Capital cp 4400), ella seguro me la va a hacer llegar. Está viniendo todos los jueves por éste lugar de mierda. 0Yo no puedo salir. Ahora si que te necesito. Mejor vení a verme. Dale hace tres meses que no nos vemos. Creo que ahora volvió a funcionar el tren de Bs As a Tucumán, después te tomás un colectivo hasta acá.
Chau, un beso, te extraño
Ana Rosario Perez
Salta,24/09/93
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