Lejanía
Esa tarde el sol se erguirá sobre el horizonte marino. Gobernará al cielo y sus nubes, sonriéndole arrogante a su gemelo acuático. Juguetón, extenderá y retraerá sus brazos de luz, viéndolos danzar en el mar, riéndose como un bebe frente a su reflejo en el espejo. Las esponjosas y cremosas nubes, se arrodillarán ante su dios y así, puesta en escena la parodia celestial, se reirán de mí, castigándome con su fuego. Bajo mis pies la arena me lamerá ardiente, arremolinándose entre mis piernas, envuelta por el soplar de los vientos del norte, que me acercarán el aroma a sal del horizonte y, arropándome, me invitarán a soñar. De esa forma, dormitando, te esperaré, con el corazón lleno de excitación y el alma ebria de temor. El paso del tiempo se detendrá, ocultándose tras los rugidos de las olas contra la rompiente y el canto de las gaviotas, que con su coro me traerán tu recuerdo. Tu sonrisa se irá y volverá a mí, saludándome, acariciándome como lo hacen los rayos del sol, y luego devolviéndome junto con las risas y la música que hoy suena, que une nuestros cuerpos bajo esta fría noche de despedida.
Ese mar, multicolor, arrastrará tu ser nuevamente a mi orilla. Tus calidos ojos, que tanto extrañaré, se emparentarán a sus olas, a sus colores. En ellos yo me miraré, reflejándome y como en un prisma dividiéndome, entregándote todas mis luces, multiplicadas en el espacio entre los dos, como ahora lo hago entre tus lágrimas, amargas y con sabor a exilio.
Una pequeña serpiente en la arena me devolverá tu ausencia, recordándome la pronta llegada de la noche. El calor continuará castigando mis agotados brazos, impregnándose en mi piel con su áspero aroma y su delicado tacto, y el cristalino sabor de las olas se empapará en mis labios. No sabré realmente cuanto habrá pasado, pero esperarte será lo único que podré decidir. A mi alrededor las gaviotas comenzarán a agruparse, y los primeros saludos de los barcos se escucharán a la lejanía, avisándome que pronto mi cabeza comenzará a latir y mi cuerpo a temblar y como un niño en navidad comenzaré a sudar.
Bajo las primeras estrellas arribarán los barcos y la solitaria playa les dará la bienvenida a sus tripulantes. Sus historias y sus risas me lastimarán, opacas, ajenas y filosas. Las veré desfilar, una a una, cada mujer, cada hombre y cada niño, del océano a la tierra, respirando un poco mas tenso a cada paso que den, y cuando la playa se despida de ellos, mi alma gritará tu nombre en vano, un día más, sin respuesta. La luna tomará su lugar en el trono, las perlas celestes la rodearán, la brisa se levantará gimiendo silenciosa, y el mar, turbio y oscuro, por la luna y por la gente, dejando su fastidio a un lado y al hombre nuevamente con su hermana tierra, volverá a dormir, arrullando como un gato en la intemperie. Y yo no sabré realmente cuanto habrá pasado, pero esperarte será lo único que podré decidir.
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