Juan Matías, nuestro único hijo, mañana por la tarde deberá actuar en una obra teatral en la propia escuela, donde hará de un asistente de escena que sostiene un rayo de utilería.
La obra en cuestión trata de una familia que estando de vacaciones repentinamente debe enfrentar una gran tormenta eléctrica, de la cual finalmente luego de muchas vicisitudes logran ponerse a resguardo y salir ilesos.
Bueno la cuestión es que los padres tenemos que colaborar en la realización y por ello con mi señora nos encontramos fabricando el objeto escénico que representa el rayo, con un cartón cortado acorde con la forma típica del mismo, pero tratando de evitar que adquiera cualquier clase de filo que pueda ocasionar un accidente, pintura celeste claro, mezclada con purpurina plateada, cemento de contacto como para reforzar el material, etc.
Mi niño, micrófono a su disposición, deberá hacer sonidos guturales imitando la tormenta, y de tanto en tanto reír de forma satánica como para crear un efecto que provoque un poco de miedo en el espectador, le han asignado una coreografía bailada donde se desplaza por todo el escenario y más, pues en un momento baja hacia la platea para continuar con la tarea de tensar a la concurrencia.
Afortunadamente hasta el momento el trabajo de utilería viene resultando sencillo, soy algo torpe en mis movimientos y temo que el rayo parezca un verdadero mamarracho.
Pero resulta ser que luego de pasar la noche en vela, masticando nervios cual palomitas de maíz, cuando fuimos a despertar al chico, nos desayunamos con la mala noticia de que Juan vuela de la fiebre, arrojando la medición del termómetro la preocupante cifra de cuarenta grados.
Entonces luego de asistir al actor convaleciente como se debe hacer en enfermería, enseguida decidimos comunicarnos con la maestra, para que por favor resuelva un reemplazo urgente y así eximirlo de actuar en el estreno de hoy, de todas maneras se han de realizar una serie de funciones a beneficio de la cooperadora con lo cual seguramente más adelante luego de aliviado un poco se integrará sin ningún inconveniente.
Cuando la señorita que asiste a Juan Matías en su formación académica se entero de lo sucedido puso el grito en el cielo, y además rompió en llanto histérico, pues no solo adora a sus alumnos sino que en especial remarcó la fabulosa actuación que realiza nuestro nene, aportando simpatía, ángel, carisma, sumado a que ahora resulta imposible alcanzar a reemplazarlo por otro. Incluso nos solicita encarecidamente sino accedemos a permitir su participación así con esta gripe, a lo que por supuesto nos negamos rotundamente.
Finalmente resultando cual única alternativa que yo mismo sea el actor que lo reemplace.
Para que, todo iba fenómeno hasta que comenzó a llover, y entonces como estaba marcado hice aparecer el nuevo relámpago, ya que como corresponde de apuro hicimos otro de mayor tamaño, pues con el de Juan me veía sumamente ridículo como llevando un peine en la mano, y no bien puse un pie en la escena alzando el susodicho elemento, además imitando el sonido de los truenos supuestamente venidos del propio infierno, la mayoría de los niños entraron en pánico y comenzaron a alborotar la sala, que a decir verdad parece un campo de batalla.
Ni que hablar cuando descendí a la platea repleta de padres y alumnos, pobre público, fue como estar presente dentro de un gran gallinero dispuesto a degollar.
Pero no obstantes algunos de los presentes permanecen en sus asientos y ríen a rabiar, lo que me insufla ánimo como para continuar con la noble actuación, con lo cual muy decidido me dirijo hacia la entrada dando pasos de danza clásica, pues en realidad debo dar toda la vuelta completa a la sala. Cuando allá en el fondo, en la última fila, veo a mi esposa con Juancito subido en su falda, además tapado con una frazada. Entonces ahora si detengo la escena e increpo a la madre por irresponsable.
Quiero aclara que con todo esto el público recupera su atención nuevamente, por las mías intuyo, que aun no saben a ciencia cierta si lo que sucede forma parte de la representación o que, sumado a que ahora son dos las familias en problemas, lo que deja entrever que pueda ser producto del guión de la obra. Además un niño afiebrado con esas condiciones climáticas suena bastante lógico.
Como sea, ya sin importarme el que dirán, así disfrazado de relámpago, decido retirarme de inmediato, cuando de pronto Juan Matías comienza a tener fuertes convulsiones y vómitos.
Aunque suene increíble el público, muy confundido, estalla en aplausos y ovación, pero no pensamos volver sobre nuestros pasos y seguimos rumbo hacia la guardia del hospital más cercano.
Cuando de pronto Juan se desprende de nuestra custodia y rápidamente regresa al establecimiento, enseguida subiendo por sus propios medios al escenario.
Donde, para desgracia de todos nosotros, luego de un breve discurso de despedida, dejó de existir.
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