Cupido

“Cerrado por duelo”, dice el cartel.

En efecto, el denso y marcado portón no cede ante nada. Está cerrada la puerta del corazón y parece que es para siempre.

Pero el pequeño regordete, juguetón como es, ¡entra por la ventana!

Todo está oscuro, enmarañado… huele a amores abandonados, a tristezas viejas y poco puede ver más allá de su nariz. Avanza a tientas, como queriendo hallar rincones conocidos.

Tropieza, trastabillea y… ¡oh no, el carcaj vuela por los aires! Ruidos cortos, secos… y un brillo súbito: una flecha refulge hincada en el centro de la habitación. Cambian olores y colores.

Sonrojado, pero contento, sonríe. Y en un ademán flechas, carcaj y pequeñuelo salen en volandas por el pórtico que parecía insalvable.

Huele a primavera… aunque afuera las hojas blanquecinas indiquen la presencia del otoño.