El humo del cigarrillo, en aureolas, se elevaban sin descanso, por momentos hacia un gesto de huir de el, con la cabeza.
Sus nervios se apoderaron de la situacion, bebia un cafe tras otro, y, la soledad en espera, le hacian mover los dedos como un martilleo musical.
Se arreglo la campera, con una mano se resfrego los dos ojos, tenia agotamiento.
A traves del vidrio, observaba la puerta de la clinica.
Las horas pasaban, noche intensa, descubria ya amaneceres, calida, que invitaba al desvelo.
Unos cuarenta años, se apoderaron de las pocas lineas del rostro, ansiedad que lo hacia serio.
Busco una servilleta, hacia diferentes formas al doblarlas, hasta quedar solo miniaturas.
Miraba el reloj a cada instante, luego observaba por la ventana, a un hombre retirarse de la clinica.
Sintio libertad por un instante.
Pago, dejo un billete sin vuelto bajo el plato de la taza, y, con pasos lentos entro a la clinica.
Ya eran las cinco de la madrugada, solo las enfermeras de guardia.
Pregunto por una en especial, su conocida.
Le susurro algo al oido.
Juntos, se encaminaron hacia la nurserie, ya en ella ambos buscaban con la vista a un bebe.
El, aquieto su mirada sobre un recien nacido.
La enfermera le pregunto, -¿que interes tenes en ese bebe?, no es tu apellido.
El; hizo silencio, luego sonrio y dijo, -¡es mi hijo!

MARIA 1