Amor mío,
Quise escribir algo... quise inspirarme y robarme otro pedacito más de ti, de tu corazón... pero solo estas tenues frases salieron de mi interior... quizá sea el cansancio... quizá sea solo que la agonía de mi cuerpo se ha fundido con mi inspiración (que es la memoria de ti y de tus recuerdos) y ha producido este corto pero mágico trozo de oraciones de las cuales su significado se ha escondido de mi (actualmente corto) entendimiento, aun así quiero enviarte un beso largo, de esos en los que se detiene el tiempo, uno de esos en los que desaparece el universo entero y todo se concentra en un sólo TÚ Y YO.
Un beso cálido que, tras anudar las lenguas, anude nuestras almas o, mejor, que las derrita y las funda en un solo sentir. Un beso apasionado, como si con él pretendiéramos arrebatarnos hasta el último aliento es lo que ahora quisiera para ser contigo... para ti... eternos e inmutables en un pequeño paso de taquión perdido sin flujo en el caos... para crear y recrear eternamente en un instante... para renovarme, renacer y regresar una vez más...
...a este momento incalculable, inmutable, imperdible, nuestro...
Porque muchas veces había sido "otro" yo, el orate, el agnóstico, el que vendió su alma al diablo, el que aprendió a odiar antes que amar, el que no tenía bandera, el suicida cada viernes por la noche, el amante secreto de mi musa. Yo el que nada podía ofrecer y todo pidió, el que perdió el orgullo por tres besos tuyos, el perpetuo andante, el fiel vasallo, el poeta muerto.
Yo, el que no creía en las verdades, el antisocial pesimista, el que se ocultaba en lo oscuro de la noche, el que escondía su rostro detrás de los cristales, el que no sabía de tristezas y alegrías, el término medio. El que escribía tonterías bajo el pseudónimo de Ernápoles en un blog de medio pelo.
Yo, otro yo, que también te quiere a pesar de ser todo eso, que moriría antes de hacerte llorar, antes de soltar tu mano en pleno vuelo. Yo, otro yo, el que no tiene más religión que tus palabras. El que despierta cada mañana mirándose al espejo y piensa: soy la única mariposa que se transforma en oruga.
Gracias por escuchar mis pensamientos, por comprender mis sueños, por aceptarme con mis defectos desde el primer instante, aunque no haya sido fácil, aunque nada tenías que ver. Gracias por dedicarme tu tiempo y por entregarme tus palabras.
Gracias por hacerme sentir la mejor persona del mundo y por brindarme el gran honor de amarme. Gracias por todos los millones de segundos en los que tu aliento me ha demostrado que estás ahí, que no estoy soñando, que aquella epifanía en la que me tienes es tan hermosa que siento que mi mundo tiende a desvanecer... a renacer... Siempre de tu mano... Siempre juntos.
¡Te Amo!
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