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De nenita María Pía empezó siendo Maripí, luego creció un poco y en la escuela fue simplemente Pi, Maru de más grande a fin de evitar el chiste, ese chiste de sus compañeros de primaria que la convirtieron en Tres Coma Catorce en cuanto supieron de la existencia del número y que ella quiso solucionar rebautizándose Pichu, aunque claro está ninguno le llevó el apunte; y así María Pía fue Tresca para los amigos, Maru para los conocidos. Si hasta su papá se sumó a la broma, Tresca esto y Tresca aquello, pese a que aún hoy y desde siempre en su compañía ella se sentía María Pía, hasta que llegaba su mamá y volvía a ser Maripí. Y cuando los amigos nuevos y los viejos se cruzaban, unos no entendían por qué a Maru la llamaban por un sobrenombre tan extraño y tan ajeno, y otros por qué Tresca había aniquilado su adolescencia con un nombre tan nada. Lo más confuso eran los cumpleaños, donde todos la llamaban distinto, paseándola por recuerdos de muchas épocas. Para el momento de la torta, María Pía ya no sabía cómo reconocerse, aunque uno pensaría que frente a una torta llena de velitas rosas con brillantina debería de sentirse más Maripí que nunca. Sin embargo, los deseos eran un poco Pi y un poco Maru, la ropa muy María Pía, y en su peinado se adivinaba Tresca, asomándose por entre esas mechas cortas, cortísimas como cuando tenía dieciséis y se tiñó de violeta. A todo esto las velitas seguían encendidas, derritiéndose sobre una torta María Pía, frutillas y crema, nueces, bizcochuelo, embebida en oporto; se fundían arrasando con su parafina rosa la brillantina Maripí, se fundían como siempre lo habían hecho, fuera ella Pichu o Maru o Marita, como le decía su abuela, y la fundían a ella también, a sus muchas ellas convirtiéndolas en una sola, haciéndola sentir una María Pía completa, hecha y derecha; efímeramente, porque al prender las luces del comedor todos la saludarían con un beso y un abrazo y un Maripí o Tresca o lo que fuera y la confundirían nuevamente. Pi deseó tres veces, porque tres coma catorce era imposible, apagó las velitas con ayuda de su hermanita Claudina, la menor, y se sintió por primera vez muy Tía Pía cuando ésta le anunció al oído que estaba embarazada. Esta novedad mandó al cuerno toda su fundición, se le desparramaron todos los nombres, y aún más al convertirse como estaba previsto en María Pía y Tresca y Maru y Tresca otra vez, pero no Marita, no, no más Marita: Marita ya no existía, estaba congelada en el tiempo, en una tarde soleada, otoño de 1976, como su abuela. Lo que se había descongelado era su sensación de Tía Pía, que estaba tan distante, siendo que su hermano Ricardo, el del medio, se había mandado mudar a Dios sabe qué país yugoslavo y después a Francia, peleado con todo el mundo como era su costumbre, y había tenido una hija yugoslava y un nene francés, que ella nunca había llegado a conocer. Por eso era que hasta los treinta y nueve María Pía había podido ser Maru cuando quería, pero ahora con cuarenta iba a ser siempre un poquitito Tía Pía en lugar de simplemente La Tía de Argentina, así como para ella Sabrina iba a ser Sabrina o sobri-Sabri, nena con nombre, con cara y con cariño, no como los hijos de Ricardo que siempre iban a ser la Hija Yugoslava y el Nene Francés hasta que aprendieran a dejar de ser un poco Los Hijos de Ricardo y fueran más Saskia y más Joel aunque fuera por computadora. Eso había deseado Maru en la torta, que Ricardo volviera para convertirse en Tía Pía, mientras que Pi había querido un novio lindo que la quisiera en serio y que sus muñecas no hubieran sido destruidas en la inundación en casa de sus padres. Después pensó que para qué va a vivir uno siendo siempre una nena que además confunde sus roles y actúa como no tiene que actuar, y se arrepintió. Pero se desarrepintió semanas más tarde cuando encontró intactas todas sus muñecas y a la vuelta de la esquina un novio lindo que la quiso en serio, porque como escéptica Tresca había perdido toda esperanza de hallar una u otra cosa, pero como Pi había inventado dos milagros personales y, a fuerza de deseo, los había hecho pasar.

Texto agregado el 25-05-2011, y leído por 83 visitantes. (0 votos)


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