Muchas cosas para referir, espero poder hacerlo sin desordenarme. Para empezar creo correcto presentarme. Mi nombre es: Edward Cofraine. No es que esto vaya a cambiar en algo lo que pienso relatar, simplemente lo hago por costumbre y educación. También de esta manera los incrédulos podrán investigar sobre mi existencia en general, en vista a que no veo motivos para referirla aquí, más que ciertas excepciones. Y antes de ingresar de lleno en los acontecimientos y hechos que me envuelven, quiero advertir a los escépticos que las únicas pruebas de las que dispongo son mis palabras, y las posibles consecuencias futuras que preveo, en síntesis no tengo pruebas, por lo que los libero de leer lo que ustedes juzgarían como una broma de mal gusto.
Fue a razón de cuatro meses atrás cuando mi padre entró en mi pieza y, me despertó gritando:”!lo logré, lo logré!”. En el momento por supuesto no entendía nada de lo que pasaba. Luego lo explicó. Pero antes de decir qué explicó, quiero aclarar cual era el trabajo de mi padre. Él era científico, su nombre: Gregor Cofraine. Era un hombre entrado en años, anciano, y sufría de sus pulmones. Para ese entonces lo habían echado de muchas universidades, y en la última lo obligaron a retirarse. Nadie compartía sus ideas y por esto era tomado como un loco, o un soñador, capaz peor esto último. Estos datos que refiero también son fácilmente comprobables. Las universidades no las voy a nombrar porque no es mi intención afectar a nadie en mi relato. Por este motivo se vio forzado en trabajar a escondidas en un taller dentro de mi casa. Sus instrumentos los consiguió con la ayuda de unos contactos que se había hecho en sus buenas épocas, personas que lo respetaron y, aún lo hacían y que sin duda le debían mucho. Por mi parte no tuve inconvenientes en recibirlo en mi casa, puesto que el pobre viejo se venía a menos y necesitaba un lugar, y su otro hogar lo había vendido para tener el dinero para sus pruebas. Yo me dedicaba en ese entonces a la venta de automóviles en una concesionaria cercana a mi casa. Las ventas andaban bien, por lo que podía mantenernos a los dos. Éramos sólo nosotros dos, puesto que mi madre había muerto muchos años atrás. Yo era hijo único. Y nunca llegue a casarme, estuve comprometido, pero ella decidió anular el compromiso, porque era muy difícil la convivencia conmigo. Esto es debido a una enfermedad que padezco, su nombre es:Urbach-Wiethe. consiste en que básicamente no le temo a nada por la falta de una amígdala en mi cerebro. Esto hacía que en esta casa reinase siempre una tensión, muy difícil de soportar para ella. Pues cada vez que salgo existen serias posibilidades de que no vuelva, más que con una persona que no padezca esta rara patología. También me convierte en un ser frío y acaso distante. Pero me estoy desviando del relato. A lo que se refería era que había logrado terminar la obra a la cual le había dedicado tanto tiempo, y la que le costo su credibilidad como científico. Se trataba de un traje que podía soportar las máximas presiones, y podía conceder una movilidad exactamente igual a la que tendría cualquier ser humano promedio en estas condiciones (bajo grandes presiones), mas una turbina de propulsión que ayudaría a salvar distancias muy grandes en pocos segundos. También tenía un complejo sistema de radares que permitían ver sin necesidad de que haya luz, puesto que en base a la emisión de ondas sonoras, y la recaptación de las mismas el radar podía reconstruir el entorno con una fidelidad sorprendente en una pantalla circular que poseía como casco. Estas eran las capacidades principales del traje. Los detalles técnicos de cómo lo logro me temo que no podré archivarlos con este relato, pues ya no existen. Mi padre tomó la precaución de quemarlos cuando yo partí. Y él ya no vive, y el traje fue destruido, y con ellos dos el gran secreto de cómo logro construirlo.
Ahora me gustaría decir hacía donde partí, puesto que es lo de mayor importancia. Mi padre sabía de mi particular afección, y sin rodeo alguno me propuso que usara el traje. Quería que lo pruebe, y quería que lo haga en el lugar más profundo conocido de la corteza terrestre: La Fosa de las Marianas. Esta fosa se encuentra en el Océano Pacífico, más específicamente, en el fondo del Pacífico noroccidental, al sureste de las Islas Marianas, próximo a Guam (isla perteneciente a Las Marianas). Quería que lo haga bajo la excusa de que sin dudas iba a ser un gran avance para la ciencia. En este lugar todavía prevalecen muchos misterios, y pensaba que yo con este traje especial podría sin duda alguna hallar una diversidad mucho mayor a la ya encontrada de ejemplares vivientes o, quien sabe que otras cosas mas. No dude en contestar, “si, absolutamente si”, fue mi respuesta (mi afección no sólo elimina el miedo, sino que también me dota de una incontrolable curiosidad lo que agrava el problema). Entonces no quedaba más que organizar unos cuantos detalles, y cuanto antes yo partiría a este peculiar lugar.
Renuncié a mi trabajo, pues si pedía licencia por enfermedad, seguramente mandarían a alguien para corroborarlo y, esto complicaría todo. Decidí sin más, renunciar. Mi padre me explicó como hacer para maniobrar el traje, me habló de las bondades del mismo, y me indicó también que el vería lo que yo viese por medio de una serie de pantallas. También me comunicaría con él por medio de un transmisor, y si por algún problema yo debía quedarme allí abajo mucho tiempo, el traje mismo actuaría leyendo mis signos vitales y, me inyectaría lo que me hiciese falta. El oxigeno no era un problema pues tenía una gran cantidad del mismo en unos tanques que se anexaban al traje, y que durarían muchos días. En este tiempo me rogó, de todas las formas posibles que no dijese ni la mas minima palabra de este tema a nadie, que ni siquiera haga alusión al mismo, pues si alguien se llegaba a enterar de esto todo pasaría a manos del gobierno. Y todo su esfuerzo sería en vano. No discutí ninguno de sus términos, pues conocía bien su temperamento, y aunque algunas cosas no me quedaban del todo claras las omití, y seguí adelante. Sentía mucha curiosidad, y consideraba esa oportunidad como única.
El viaje con el traje no fue una complicación, se desmantelaba fácilmente, y aunque no me lo crean, no era de gran tamaño. Por lo que llegar al lugar en cuestión no tuvo complicaciones legales, como las que se podrían presentar en aeropuertos o en ciertos lugares. Mis papeles estaban en regla, y en fin, llegué a las islas sin inconvenientes de ningún tipo. Paré en un hotel de Guam, al día siguiente tendría que ir al puerto que me había indicado mi padre, ahí alguien me esperaría y me soltaría en las coordenadas específicas.
Cuando llegué al lugar un hombre de aspecto nervioso me esperaba. Me bastó decir mi nombre para que me metiera rápidamente en su barco, era chico pero entrábamos sin problemas. Miraba hacia todos lados cuando yo entraba. Y cuando salimos del puerto fue tan rápido el arranque que caí al piso con la gran maleta en la que llevaba el traje. No cruce palabra con el tipo, hablaba coreano. Era, en efecto, coreano. O al menos esos eran sus rasgos y su idioma.
En el viaje, que fue bastante largo, tuve tiempo de ponerme el traje (mi padre me dijo que el sujeto era de confianza). Recuerdo que él por el comunicador me hablaba y me daba un sin fin de indicaciones, de los posibles peligros, y me decía bien las coordenadas en las que debía explorar. Yo pregunté un par de veces qué era específicamente lo que debía explorar y, él no me contestaba con algo concreto, me decía “cuando estemos abajo lo sabrás, no quiero generar expectativas erróneas que te entorpezcan”. Esto lo decía muy agotado, y con una voz particularmente frágil, se lo adjudiqué a la emoción que podría estar sintiendo. Yo por mi parte no quise presionar con las preguntas, aunque era claro que su respuesta no tenía sentido para mí, quizás tampoco para él, pero no quería dar vueltas a un asunto que no me llevaría a ningún lado. Hasta que llegamos había oído muy poco la voz del coreano. Una vez allí gritó nervioso dándome indicaciones, o lo que yo supuse que eran indicaciones, porque señalaba el Océano con su mano derecha. Me bajé, me sumergí, y empecé el descenso. Cuando la luz empezó a mengüar, activé el radar. Distinguía todo con una excelente calidad, cada forma de vida, cada movimiento, hasta el del barco huyendo de la zona. Fueron casi once kilómetros según las indicaciones del traje lo que descendí. Mi sensación era la de estar en la superficie, claro que esto no era así, la presión en ese momento era de ciento diez mil kilo Pascales, que sería algo cercano a mil noventa y cinco veces lo que en la superficie. Mis movimientos eran fluidos, y si quería activaba las turbinas. Pero esto no lo hice por recomendación de mi padre, que en todo momento me guiaba. Me dejaba hipnotizar por las diversas formas de vida allí existentes, pero él se ponía nervioso si no seguía sus indicaciones, por lo cual trataba de hacerlo. Eso fue así hasta que vi (por el radar), lo más sorprendente, un colosal calamar. Si otro hubiera estado en mi lugar estoy seguro que hubiera puesto todo su empeño en huir, pero claramente yo soy diferente, así que me acerque a él. Salía de una especie de hueco profundo, puesto que el calamar mismo llegaba a medir quince metros. Sacaba sus tentáculos buscando quien sabe qué. Y yo me acercaba, con los gritos de mi padre de fondo, quería tocarlo, tenerlo mas cerca. Podía ver sus tentáculos rozándome, con sus respectivas ventosas dentadas, y como abría su asquerosa boca con forma de pico, cada vez estaba mas cerca. Pero de repente sentí un grito de mi padre, agudo, y en ese momento algo dentro del traje se me clavó a la altura del brazo, no fue algo fuerte, pero sirvió para atontarme luego. Sentía una especie de ebriedad, de tranquilizadora calma, notaba que yo no me movía. El calamar había desaparecido no se cómo. Yo simplemente divagaba en las mayores profundidades de la tierra. El radar empezó a fallar, la comunicación con mi padre noté que se había cortado hacía rato. Y luego sólo recuerdo que dos manos, o dos cosas parecidas a manos, taparon mi casco.
Lo siguiente que recuerdo es muy confuso incluso para mi que lo viví. Me encontraba en una especie de cueva gigante, que parecía respirar. No se movía, pues el traje me lo hubiera indicado, aunque en ese momento estaba averiado, porque no funcionaba en su totalidad, por ejemplo, las coordenadas no me eran indicadas, tampoco el nivel de profundidad, y había perdido referencia de muchos otros parámetros. Aun en ese estado de semi- ebriedad noté lo más curioso. No estaba solo. Y esta vez no hablo de calamares gigantes, sino de vida inteligente submarina. Eran unos seres que al parecer se debatían en torno a mí. Gesticulaban y algunos me miraban. Noté que estaba en una especie de colonia de estos raros seres, pues mi radar los captaba en todas direcciones. Eran figuras humanoides, con cabezas grandes y terminadas en punta, su piel o lo que fuere que los cubría parecía de acero, tenía un aspecto durísimo, sus bocas eran verticales y cubiertas de varias filas de dientes, sus brazos largos, muy largos, pero con terminación en manos, con pulgares opuestos, lo único que no era humanoide era la parte inferior de sus cuerpos que se asemejaban a la de los hipocampos, una especie de cola enrollada. Me levanté y me acerque a ellos, parecieron sorprenderse. Me agarraron entre dos, yo luché para liberarme, pero fue en vano, poseían una fuerza demencial. Me llevaron por un largo pasillo, abrieron una especie de puerta de acero, y me tiraron dentro de una habitación, que también parecía respirar y, desprovista de todos los tipos de aparatejos que había en la otra. No sólo me demostraron que eran pensantes, sino también que eran seres que poseían tecnología. Allí pasé un tiempo que para mi fue eterno, y me preocupé por mi padre, me pregunté si era esto lo que buscaba, si la comunicación se había cortado o algo malo ocurrió con él. Luego pensé en esos seres, de donde venían, qué harían conmigo, ¿ellos se sorprendían tanto de verme, como yo me sorprendí al verlos a ellos? Su tecnología me ocupó después, no era humana, parecía ser algo así como biotecnología, en ese caso, ¿sería mejor que la nuestra? ¿serían primitivos en comparación con nosotros los humanos?. Cuando estaba dando vueltas a esto en mi mente entró uno de esos seres, su tamaño era menor al de los que me habían arrastrado, y va a sonar ridículo lo siguiente que voy a escribir: sus movimientos eran femeninos. Se me acercó, dio vueltas alrededor mío, me miraba, y en un movimiento se me tiro encima, esquive la embestida, pero cuando me quise mover ya era su presa. Me sostenía de frente, me miraba, con sus dos largos brazos apretando los míos contra mi cuerpo, abrió su boca de una manera monstruosa y, salieron de allí una gran cantidad de pelotitas brillantes minúsculas. Yo quería moverme pero su fuerza era impresionante. Las pelotitas me fueron cubriendo el cuerpo, y con ello esperaba un gran dolor, pero no, no fue así, sino lo opuesto. Lo que sentí fue un placer enorme, que recorrió todo mi cuerpo. Luego de eso me sentí débil, con mucho sueño, tanto que me dormí.
Cuando desperté el sol me daba de lleno en la cara, estaba naufragando en pleno Océano, cubierto de un líquido viscoso y desagradable, me costo mucho trabajo removerlo, pero al fin de cuentas pude hacerlo. Empecé a nadar hacia un lugar en el que vi un punto que supuse era tierra. Fue luego de un buen tiempo de nado cuando empecé a recordar todo, y noté con gran asombro que no tenía más el traje. Me preocupé por esto, tanto que no escuche el barco que luego me alzo. Eran coreanos, por lo que en ese momento supuse que no estaba muy lejos de donde había empezado todo. Sólo un par de explicaciones poco creíbles me bastaron para evitar las preguntas del sujeto que hablaba torpemente mi idioma, tuve la suerte de que no era curioso. Una vez que llegamos a tierra lo primero que hice fue tratar de comunicarme con mi padre, lo había intentado ya en el barco, pero no había podido, en ese momento pensé que era por el lugar que las señales no se transmitían bien hacia los celulares, aunque cuando estuve en tierra tampoco tuve éxito. Me apresuré por volver a casa.
Al entrar en mi casa, todo era un enorme desorden. Grité el nombre de mi padre, nadie respondió. Fui rápido a su laboratorio. Fue ahí cuando lo vi muerto, boca abajo y con baba saliendo de su boca. Sus computadoras destrozadas totalmente, y todos sus papeles parecían haberse quemado en un rincón del lugar. Mi impresión fue terrible, recuerdo que reprimí fuertemente el llanto, y antes de llamar a la policía revisé el lugar. Luego de hacerlo, llamé debidamente a la policía.
Ahora y, esto es el motivo principal de mi informe, la policía me dijo que mi padre había sido envenenado. Yo alegué estar de viaje lo cual fue fácilmente comprobable y, no tuve mas problemas en ese aspecto que el de ir a declarar. Me informaron luego de mi correspondiente declaración y una corta investigación que llegaron a la conclusión de que su muerte fue provocada por él mismo, se suicidó. Y mis sospechas fueron para el lugar que yo más temía. En su laboratorio, cuando revisé, encontré entre los pedazos carbonizados, un boceto de un extraño ser igual a los que yo hallé, de ese papel no se podía leer mucha información puesto que estaba prácticamente carbonizado. Pero lo poco que pude leer me alarmó, una de esas cosas era su forma de reproducción, igual o similar a la de los hipocampos, en esa raza sin nombre aun, los machos eran los que quedaban embarazados, o esto al menos daba a entender el papel.
Muchas preguntas me rondan ¿mi padre me traicionó? ¿Él cómo pudo prever de antemano esta raza? ¿Era el único con este conocimiento? ¿Fui, soy, parte de un experimento macabro? Tampoco puedo olvidar la escena allá abajo. No voy a los médicos puesto que sé que allí me retendrán, voy a ser motivo de estudios, observado y, pasaré sin dudas a ser propiedad de otro. Por el momento está de más decir que no temo a las consecuencias y, que la curiosidad por saber que pasará en unos cuantos días cuando el proceso de fecundación esté completo, me atrapa. Sólo escribo este informe para alertar por los posibles riesgos a los que creo que expongo a la humanidad, si juzgan necesario venir y buscarme saben como encontrarme, ya expliqué el por que no voy a ir yo a entregarme. Y con este escrito elimino la culpa de no entregarme, puesto que estoy poniendo de manifiesto todo el problema, y si no me quieren escuchar, entonces, será su culpa.
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