Siempre hacía cosas poco comunes, pero las hacía para divertirse. Desde chico en los jardines se tiraba al piso, cerca de las plantas, y miraba a los insectos, jugaba a que era uno de ellos. Como con las hormigas, se ponía tan cerca que a veces se le subían en la cara y era un griterío de acá para allá, se las sacaba a los manotazos y después de un rato, ya era una hormiga de nuevo. O las mantis, cómo las miraba por horas. Las chicharras también estaban entre sus preferidas, las agarraba sin asco, les ataba un hilito, y les hacía pasar un rato horrible a los pobres bichos, las tiraba y como barrilete las iba sosteniendo, hasta que se aburría y pasaba a otra diversión. A las arañas las quemaba, le daban tanto asco; un primo que era mas grande que él, una vez le dijo que si agarraba aerosol y lo rociaba sobre la llama de un encendedor iba a tener algo parecido a un lanza llamas. Lo probó y quemó el mantel de la casa, era verdad, por suerte él no se quemó. Pero esa vez también corrieron mucho, fue un día divertido, le gustaba hacer eso, los demás se ponían nerviosos, pero él reía. No era por maldad, para nada. Era por diversión.
Una vez caminando con su familia por una plaza encontró un bicho seco en un árbol, era la cáscara de una chicharra. La agarró, y se le resquebrajó en la mano. Buscó en otros árboles y no tardó en encontrar varias, las llevó a su casa. Fue y le sacó pintura a su hermana, le gustaba pintar, y empezó con un pincelito a darle colores a ese caparazón que antes era de un marrón transparente. Los pintaba de distintos colores, las primeras veces seguía las líneas de la coraza, después experimentaba. Era un lindo pasatiempo. Llegó a guardar como cien, sin exagerar, en una repisa cubierta por un vidrio, para que todos pudieran verlas, y él sobre todo.
Los únicos momentos malos eran cuando no tenía ni siquiera un plan de algo para hacer. No le importaba que en la primaria lo hayan mal tratado y visto como un extraño que no se relacionaba con nadie, tuvo problemas por esto, en realidad como él decía el problema lo hacían los demás. Los padres, los profesores, a él no le importaba. No le importaba mientras tuviera algo para distraerse. Como la vez que juntó como veinte cucarachas en un frasco, e hizo una inmensa pista con piedras en el patio. La pista constaba de una recta, una curva cerrada, otra recta, un enlace de dos curvas cerradas invertidas, otra recta y una curva abierta que se unía con la primer recta. Le llevó casi todo un domingo hacerlo. Luego soltó las cucarachas y estas se dispersaron por todos lados, y ninguna corrió la carrera. Cuando las terminó de juntar nuevamente, entonces volvió a hacer lo mismo pero con ladrillos. Tardó la tarde de un lunes, y la de un martes, a la mañana escuela, el miércoles recién hecho a andar tal empresa nuevamente. Esta vez fue distinto, algunas treparon por los ladrillos, pero unas diez o mas corrieron la carrera, se agolpaban torpemente en las curvas, pero seguían bien por la pista, y él las miraba maravillado desde muy cerca, las seguía riendo. Y la que ganó recibió una distinción: fue pintada de blanco, rojo y amarillo. La soltó dentro de la casa, no merecía quedarse con las demás en un frasco, era una autentica ganadora. A la hora en su pieza cuando miraba televisión, escucho un grito de la hermana. Después se enteró que el padre terminó con la vida de la victoriosa.
En la secundaria no lo trataron tan mal, pero no porque él haya mejorado sus habilidades sociales. Si bien hizo uno que otro amigo en esa época, no era abierto con todos. Fue una mala decisión cuando se le acercaron tres de los patoteros de ese año, mientras él miraba y, comentaba a su amigo, un par de mantis que parecían pelear, un espectáculo agradable que se daba lugar en uno de los recreos. Ese día estuvo nublado toda la mañana, y se acercaron los corrieron de un empujón a los dos, y entre los tres mataron a pisotones a las mantis. David se quedó en blanco cuando vio esto, después cuando años mas tarde Patricio se lo recordaba él negaba haberlo hecho, agarro una piedra que había cerca de él y se la partió en la cabeza al que tenía mas cerca, los otros dos se quedaron con la boca mas que abierta. A uno lo agarro de los pelos, porque era alto, lo tiró al piso y le pisó la cabeza. El tercero salió a correr, pero lo alcanzó, lo sacudió desde atrás y también cayó al piso sin defensa, David se le puso encima y le pegó tanto que se le cansaron las manos. Cuando entró en sí, estaba lleno de sangre y temblaba. Por suerte los padres eran gente importante, y pudieron arreglar las cosas, nadie salió seriamente perjudicado, y todo se olvidó en un mes. Todo excepto el respeto que se había ganado David, o la fama de loco peligroso, el tema era que no lo molestaban más.
Al crecer, con el tiempo, se le fue olvidando su obsesión, si se quiere, con los bichos, aunque si veía arañas algo salía quemado, y empezó a hacer cosas de otra índole. David ya vivía solo en una casita que le regalaron los padres por recibirse, y empezar a estudiar para historiador que a ellos tanto les gustaba la idea. Fue un día de calor, en pleno enero, cuando Patricio lo pasó a visitar por la casa, y vio que David por pura diversión llenó el piso de hojas, flores y ramas. Hojas de todos los colores y tipos, al igual que las flores. Era un espectáculo increíble, Patricio se quedó muy asombrado con lo que había hecho su amigo, y se acordó que una vez cuando estudiaban todavía, le había comentado esa idea, pero nunca pensó que la iba a llevar a cabo. El olor era sumamente agradable, y era raro, pero cómodo pasar el tiempo en ese lugar. Con el paso de los días de todas formas todo fue tomando un olor asqueroso y se volvió inhabitable para el pobre David, y no tuvo mas remedio que deshacer todo lo que tanto le había costado. Casi un mes, o más.
Cuando se recibió hicieron una gran fiesta. Aunque no pudieron hacerla en su casa, porque para ese entonces, había colocado y enredado en todos los muebles de su casa un montón de hilos, de todos los colores. Era un poco ridículo un tipo comprando tanto hilo, pero era para un fin más que noble. Su casa paso a ser un lugar, que era como un laberinto. Había que elegir bien por donde se ingresaba porque se podía terminar perdido y pasarse un buen tiempo dando vueltas, como para ir al baño por ejemplo, David por suerte, se sabía todos los caminos de memoria. Le llevo cosa de dos meses conocerlos a todos, o a los que él consideraba todos. Pero su novia en ese momento se los hizo sacar. Argumentó que ya era grande, que se había recibido, y que ahora tenían que vivir juntos como él prometió. Ah, y que estaba embarazada.
El día que nació Celeste, fue un día especial para él, como para todo padre primerizo. Pero David no fue al sanatorio a recibirla. Compró un inflador de helio, y una cantidad gigante de globos de todos los colores. Y se pasó todo el tiempo inflando hasta que llegaron su esposa y su hija. Entonces cuando entraron en la pieza que iba a ser de la nena las dos quedaron hermosamente sonrientes, cuando vieron la pieza cubierta de globos de todos y cada uno de los colores posibles, desde el techo hasta las paredes. De todas formas a los pocos días comenzaron a reventarse y la nena se asustaba. Entonces tuvieron que sacarla de ahí y David pincho todos los globos.
Hoy se levantó como siempre, feliz, emocionado. Miró a su lado, y se acordó que su esposa lo había dejado, y se llevó a su hija, argumentando que era un inmaduro, irresponsable, y que tenía que ir a un psiquiatra. Pero de esto ya hacía como un mes. Hoy era otro día, uno especial porque esperaba un paquete que tenía que llegar dentro de poco, lo esperaba con ansias. Tocaron el timbre. Atendió y recibió el paquete. Lo puso sobre la mesa. Lo abrió. Sacó el revolver y se voló la tapa de los sesos.
Al otro día en el diario le dedicaron unos pocos renglones en la página de policiales.
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