Suena la campana indicando el final de la clase, desfilamos con total dirección al exterior, con inmensa parsimonia, pero resulta que alguien rueda por la escalera hasta dar con el primer descanso, allá por el séptimo escalón de donde partió al caer, sin que por ello nadie modifique su ruta ante el brutal porrazo, todos preocupados pues al fondo se ven tronar unos fuertes relámpagos.
Pero de improviso una gruesa lluvia se hace presente, propinando un maldito comienzo inesperado y ahora todos aceleramos el paso adrede, en busca de un rabioso milagro que haga que por favor pare de caer agua por culpa de nuestro recalentamiento global, nada está preparado lo suficiente para salirse de la norma establecida por las reglas del pasado.
Aunque luego de miles de milímetros de aguas caer, estamos navegando por un inmenso reguero, un verdadero océano, que ahora quien sabe pronosticar cuando se ha de retirar definitivamente.
La ciudad es un verdadero caos pero algunos alumnos hemos tenido suerte, luego de desembarcados ilesos todos, alguien con su poderoso jeep nos acerca al continente hasta dar con un lugar alto, donde por fin nos refugiarnos de la enorme crecida, en magnifico refugio que proviene de las cuestionadas Naciones Unidas.
¡Que joder; y yo que pensaba que lo de Noé era puro cuento!