El río se llevaba el último vestigio de su cariño por ella.
Sus fotos se alejaban de él como las alas de un pájaro que vuela lejos huyendo del crudo invierno siberiano.
¿Algún día volvería a verla?, no lo sabía, y era mejor que no le importara. Que la dejara ir, sin más, sin preguntas y sin remordimientos.
Las lágrimas fluyeron por sus mejillas al instante y sin poder pensar ni ver lo que acontecía a su alrededor y en su cabeza, se zambulló en las gélidas aguas del traicionero torrente.
¿Qué estaba haciendo? ¿Qué pretendía al perseguir esos pedazos de papel fotográfico?
Era dificil dejar partir eso que tanto quería, casi imposible. El agua casi congelada asentó sus pensamientos y le enfrió la cabeza. Nadó en dirección a la orilla y a tientas se aferró al primer tronco que sus manos rozaron. Su cuerpo entero tiritaba y sus piernas como dos ramas solo sostenían su inútil existencia mimetizándose con el bosque, fundiéndose con el entorno quedó inmóvil, para nunca más poder moverse. Esa parte de él se quedaba ahí, la que se paró y caminó rumbo a la carretera fue la que sobrevivió a ella....