Estoy apostado sobre una estrella de madera, perteneciente a una marquesina de un teatro céntrico, por cierto muy bien ubicado, donde ansioso espero a una ex, una ex novia, aclaro, lo veo difícil, pero en verdad se trata de una señorita muy especial con la cual nos podemos llegar a arreglar y hasta casarnos.
Después de un largo rato, aun estoy firme de ánimo, pero con mis brazos cayendo hacia los costados, cual cabellos largos en forma de dos trenzas de una campesina, y mis piernas vibrando al compás de la sangre que me hierve en contacto con el suelo, pues parecen piernas de uno que trabaja en la comparsa, una situación que vista desde afuera tal vez pueda hacer recordar aquellos momentos donde una nave está por partir a recorrer el espacio.
Pero como era de esperar ella nunca llega, quedándome petrificado sin esperanza alguna, una estatua sumergida en magros pensamientos, que en este caso son de pequeñas ilusiones, pero donde poco a poco se va acrecentando el desconcierto.
Pero en su lugar, oh vueltas del destino, se acerca a mí, una muchacha muy despampanante, pero resultando ser una travesti mujer, y que precisamente trabaja en la compañía, y me interroga sobre si me agradaría presenciar una función donde ella trabaja, que con todo gusto me invita a pasar de forma gratuita.
Mientras tanto miro para todos los lados en un último intento por preservar al pasado. Pero reflexiono un poco y enseguida arribo a la conclusión de que es improbable que algo favorable vaya a poder cambiar el rumbo negativo de los acontecimientos, entonces, inclusive, ya decidido a renunciar a todo intento de reconciliación con mi ex novia, al tener las defensas bajas por el agotamiento, carente de sensación alguna de pudor, más un pleno convencimiento personal de que aquello no ha de resultar para nada, opto por aceptar la invitación de la actriz, y prácticamente al instante pasamos a estar dentro del establecimiento donde en breve se ha de representar la revista en cuestión.
¿Lindo enroque verdad?
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