Sinergia del beso, de la caricia muda,
del campo trémulo que abarcan las ávidas pupilas…
y de esa dialéctica de nimiedades que compartimos entre risas y deliciosos silencios.

Cómo no extrañar la catarsis de lo que somos juntos?

Numen de mis acciones,
eres el verso que se decanta en mi lengua.
Soy casa y patio,
y tú luna que en mis anhelos se derrama con algo
de verdad, de misterio, de compañía…de inocencia.

De qué color pinto las horas de tu ausencia
si estas témperas de tiempo monocromisan mis pasiones, y ya solo un gris tempestuoso ondea
sus manos exigiéndome cercanía?
Soñaré tu voz y tus sonrisas,
y con ellas, en la onírica suavidad de tus contornos,
legitimaré inéditas gamas del amor:
ese color inmaculado que nace en los ojos,
que en los labios se multiplica,
y que desconoce su propia entropía.

Ven.
Que hay un te quiero inquieto en el cielo
de mi boca
impaciente por perderse en el laberíntico
culebreo de tu lengua.
Y en las madrugadas prometidas por el deseo,
una límpida ficción
nos ubica en el trayecto mismo de la felicidad.

Nada nos separa: ni tiempo, ni mar, ni costumbre,
ni distancia…
y como obra de seres perfectos e invisibles,
nos erigimos invencibles y tiernos,
en la certeza de que somos…de que siempre seremos.