Bajaba las escaleras dispuesta a marcharme… No me dejaba nada aquí, me había quedado vacía y solo quería irme lejos, olvidar y resucitar.
Cuando ya solo me quedaban unos siete escalones (no recuerdo bien), tropecé, caí de bruces contra el escalón siguiente, y por culpa de la maldita ley de la gravedad, no dejé de caer hasta toparme con el suelo.
Menudo golpe, aun tengo dolidas algunas partes de mi cuerpo…
Lo que ni ella ni yo sabíamos, es que de tanto pensarme, su alma me puso la zancadilla en ese preciso instante, me quiso frenar, no quería que me fuera, porque aun que a veces le cueste, aun que no lo sepa, me quiere. Me echa de menos y lo último que quiere es tenerme lejos…
A pesar de ser tan dura, nunca creyó en el momento en el que yo no estuviera… Jamás pensó que me marchase, nunca lo imaginó, estaba demasiado segura…
Siento que dentro de poco lo empezaremos a ver, porque mi viaje ya ha empezado, estoy de camino. Y ahora, cada segundo son varios kilómetros más lejos, y esto, va para largo…
Sin quererlo, poco a poco nos perdimos. Y sin quererlo tengo varias cicatrices de esa caída, de esa zancadilla, que cuando quiso darse cuenta, era tarde para detenerme…
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