Caminó de espaldas a la gran ciudad, prometiéndose que no volvería a mirar atrás. La suerte estaba echada. Marchaba con un paso lento y reflexivo, con su pesada mochila de sueños frustrados sobre el hombro, aquella que algún día supo cargar sus más preciadas ilusiones. Deseaba cambiar de aires y buscar tranquilidad en algún ignoto club del interior, lejos de las presiones y las obligaciones del cuadro de la capital.
El partido de ayer le había dejado a Pedro un sabor amargo. Por un lado, era consciente de que había dejado todo para darle el campeonato al equipo sus amores, y que durante los noventa minutos había jugado uno de los mejores partidos del campeonato. Pero por otro, con su orgullo como enemigo, sabía que después de haber fallado aquel penal no era digno de volver a vestir los colores de su club. Era una decisión tomada en caliente y con pocas horas desde que había perdido aquella final imposible, pero estaba tan seguro, que había puesto en venta su casa y todos sus bienes y tenía pensado no regresar jamás.
Los nervios lo habían traicionado y la presión había sido inaguantable. Pedro acostumbraba a ser un hombre tranquilo, por lo que en situaciones de estrés solía ser víctima de tensiones y pensamientos que lo hacían perder el eje.
El líbero de ellos había convertido el 5 a 4 y a él le tocaba el último penal para igualar la serie. Hasta ahora nadie había errado. Con el tronco erguido, la diez en la espalda y la cabeza en alto y desafiante, emprendió los cincuenta metros más largos de su vida. Con aquella puesta en escena intentaba no exteriorizar la miscelánea de sentimientos que arremetían desde lo más profundo. El corazón galopaba con una velocidad y una fuerza que, según imaginaba, podría llegar a escuchar el árbitro cuando se acercara a darle las instrucciones de rutina; la garganta anudada le impedía tragar la blanca y espesa saliva que se acumulaba en la comisura de sus labios; las piernas simulaban ser pesadas piedras, y cada paso le demandaba un esfuerzo sobrehumano; y las cosquillas que sentía en el estómago los días previos, habían mutado en un espasmo que lograba dejarlo sin aliento. Pedro comenzó la travesía desde la mitad de la cancha hasta el arco, abrazando fuertemente la pelota sobre su flanco derecho, como intentando hacerla su amiga, transmitiéndole cariño a aquel trozo de cuero en el que resumía su destino como futbolista…
“Lo fusilo y lo aseguro ¿Pero si la mando a la mierda? Mejor la toco a un palo, suave. El arquero se viene tirando los últimos dos penales a la izquierda. Posiblemente se tire de vuelta para ese lado porque va a pensar que como soy zurdo la voy a cruzar para asegurarla ¿Quién habrá dicho eso de que los zurdos siempre la cruzan? ¿Tendrán una estadística para certificar semejante pavada? Por eso, se la toco suave a la derecha porque si la cruzo mucho capaz lo tiro afuera. Pero si cambia justo ahora se la dejo servida y me lo ataja. Me matan. No puedo errar. Pero si en los entrenamientos siempre los meto, tengo que estar tranquilo. Tranquilo, eso es. Respirá hondo. Además, que gano con ponerme nervioso ¿Acaso los nervios van a hacer que meta el penal y empate la serie? ¿Acaso cuando a Julia no le venía, mis nervios influyeron en algo para que el evatest de negativo? No. Dio negativo porque…Qué carajo hago pensando en esto ahora. Concentrate. Escucha la gente como alienta, todos te apoyan. Pero si erro me tengo que exiliar en Suriname. No pensés en la gente. Jugaste un buen partido y eso es lo que importa, lo que tienen que valorar, fuiste la figura. Si, si, justo ese es el problema, siempre el mejor de la cancha suele ser el que erra. Fijate el toro, jugó un partido horrible y lo pateó como los dioses, fuerte, arriba, inatajable. Fuerte arriba, si, fuerte arriba ¿Pero si se me va alta? ¿Habrá visto Gutierrez videos de los últimos penales que pateé? El último contra Centro Fomento lo tiré cruzado. Pero si sabe que yo lo pateé cruzado, seguro que se va tirar para el otro lado, porque él sabe que yo se que él sabe. Y buen, si erro tampoco es la muerte de nadie, hay cosas más importantes en la vida que un puto penal. Lo pateo fuerte y que sea lo que tiene que ser. Si tendría a la vieja enferma se justificaría este tormento y esta angustia, pero…esto es un juego, se gana o se pierde, no vale la pena. Sin embargo, si erro le fallo a toda esta gente y a mis compañeros, con los que no costó llegar a esta final. No pienses en los demás. Estás solo contra el arquero. Los de afuera no importan. Ya está, agarra la pelota, acomodala bien adelante, lo más que puedas. Ahora va a venir el gil de Gutierrez, no te prendas en lo que te viene a decir. Ignoralo. Focalizate en arco ¿Tomaré carrera corta o larga? Si tomo mucha carrera va a pensar que lo voy a fusilar, entonces se la toco suave al palo ¿Y si piensa que hago eso justo para engañarlo y me adivina la intención? Además, con lo cansado que estoy si salgo del área voy a llegar acalambrado a patear. Mah si…me paro en la línea del área grande, ni muy corta ni muy larga. El arquero se hizo la señal de la cruz ¿Será creyente? Si es así va a tener a Dios de su lado ¡Dios! ¡Dios! Te prometo que si lo meto me voy caminando a Luján. Se que a veces dudo de tu existencia, pero si convierto este penal te juro por vos que empiezo a creer. Basta. Concentrate. Depende de vos, no de fuerzas celestiales milagrosas. Qué chiquito se ve el arco desde acá, parece que no hay lugar para que entre. Encima este Gutierrez es grandote. Gutierrez, Gutierrez… Como me suena ese apellido ¿No será el hijo del técnico que me dejó libre en octava? Tenía un hijo que era arquero. Ya se, figurate a ese turro y rompele el arco. Matalo. Pateá con todo, descargá toda la bronca en la pelota. Al medio. Le apunto a la cabeza, como nos decía el viejo Peña. Lo mato. Tirarse para algún costado se va a tener que tirar y se queda parado le venzo las manos. Lo mato.”
¡Clank! Sólo eso ¡Clank! Y la pelota estallando en el horizontal y perdiéndose en lo alto del cielo. Porque quizá se había perdido entre las nubes de lo fuerte que le había pegado. Un vacío frío y tembloroso, y el final. Sólo eso, el ¡Clank! que retumbó en el corazón de Pedro como el disparo de una bala suicida, matando de un momento a otro sus ilusiones, su futuro, sus sueños de crack.
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