Las lágrimas del mar.
-¿Te gusta?-Preguntaba a un ave azul-Seguramente si, si pareces su hijo-Reía tristemente Luna-A mi me encanta es realmente hermoso.
Luna se sienta cada tarde en la misma banca, esa que esta frente al mar, lo mira de manera que de primera cuneta pensarías que esta admirando e imaginado mil aventuras en él, pero si miras mas detenidamente observaras en su mano un pañuelo bien sujeto, y en sus ojos una tristeza que no imagina sino que recuerda y extraña. Su mente recuerda que el hombre de su vida la llevaba ahí a pasear y le contaba maravillas del mar, le contaba historias y le enseñaba a volar.
Ese caballero podía contar una historia con cada ola y no dejaba que una tarde con Luna fuese aburrida o igual. Ellos se sentaban en esa banca verde a observar hasta que el Sol s fundiera en el mar, observaban con maravilla como el cielo se incendiaba cuando el Sol se deshacía para dejar que la noche creara su propio mar de estrellas.
Luna comenzó a llorar apretando cada vez mas el pañuelo, ahora recordando como es que lo consiguió, su mente viajo hasta esa mañana en que ella lloraba a la orilla del mar de pronto un joven se acercó a ella con una gran sonrisa y le ofreció el pañuelo para secar sus penas y ella sintió que hasta las olas se detuvieron para escucharla decir: Gracias
Desde ese entonces cada tarde se sentaban juntos a escuchar la voz del mar y a contar historias que decían eran inventadas, pero sin darse cuenta se contaban sus más íntimos sueños.
Cierta tarde el no llegaba, ella se preocupó pues nunca había faltado, corrió a la playa pero no estaba ahí, así que volvió a casa a ver si alguien sabía algo y su madre le dio un papel que habían dejado en la puerta, ella lo leyó:
“Te agradezco cada tarde, cada historia,
cada sonrisa, cada lágrima, te
agradezco tu tiempo y por favor conserva
el pañuelo que te servirá para secar
recuerdos y si lloras, llora junto al mar
para que lleguen conmigo. Yo sabré
reconocerlas. Te quiero con cada lágrima
que forma el mar.
Eduardo”
Luna salió corriendo pues sabia que su amor había hecho un viaje sin retorno.
Cada tarde ella sigue asistiendo a platicar con el mar, pues sabe que en cada ola él le cuenta algo, ríe, canta, ama tocando sus mejillas con la delicada brisa, Eduardo ya no lloraba pues era feliz en su inmensidad.
-Gracias si sirve-Dice Luna mientras aprieta el pañuelo al corazón.
Escrito por:
Edna Victoria Pérez Sánchez
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