Hay una bandada de pájaros que pasan raudos por el cuadrilátero, espacio gigante que comprende nuestra actual realidad y ojala que en lo sucesivo también lo haga.
Al fondo en el horizonte un avión hace mutis por el foro que representan las nubes.
La abuela Tota, así la llamamos todos, inclusive ya casi nadie conoce su verdadero nombre, me habla a la cara y escupe saliva con restos de licuado de fruta, intentando explicarme algo que en mi opinión carece por completo de interés. Además en la piscina está la señora de mi hermano, se mueve desprejuiciada sin la parte de arriba del traje de baño, lo que colabora en mi profunda distracción.
Pero ocurre que en la entrada a nuestra casa un muchacho golpea con las manos como para hacerse anunciar. Que a la postre resulta ser otro pariente, que hace tanto tiempo que no vemos que casi no lo llegamos a reconocer, y pensar que lo creí sospechoso de ser un malviviente. Es un joven que al centro de la cabeza tiene una franja de cabellos solamente, pero a los costados está totalmente rasurado, y justo a esta altura de los acontecimientos yo estoy completamente seguro que varios de los presente pensamos la misma cosa, que es lo contrario a ser calvo, sin dudas se trata de un peinado con muchísima personalidad.
Finalmente pasamos un día magnífico, en leal comunión, tomando sol y comiendo asado, jugando a los naipes, y haciendo una pormenorizada evaluación de nuestra historia familiar y del futuro intrigante.
Cuando de pronto una luz como venida del cielo iluminó por ocho minutos nuestra casa y algunas vecinas también.
Fue impresionante, un milagro espectacular, es de suponer que esto es un acontecimiento que en algo ha de cambiar nuestras vidas llenas de simpleza, pues enseguida corrió la noticia por el mundo entero cual reguero de pólvora.
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