Un murmullo llevó mi atención hacia una de las salas apartada del lugar donde el tránsito de personas era más acusado. Allí parecía debatirse, ante un cuadro de Manet, si el desnudo de una mujer entre dos hombres sentados alrededor de unos árboles, a modo de desayuno campestre, era propio de estar en el museo para que, incluso menores, lo visitaran.
El lienzo, colgado en una de las paredes de la sala, es Desayuno en la hierba, pintado por Edouard Manet en 1863. En él se pueden ver, una mujer desnuda al lado de dos hombres, sentados los tres, y al parecer, en un desayuno en el campo, cerca de un río. Más al fondo y algo difuso, otra mujer sale del Sena, río que pasa por Paris.
No veo el porqué las personas que hay aquí se escandalizan al ver ese cuadro. Existen otros autores donde los desnudos están en casi todas sus obras. Si retrocedemos miles de años, nos daremos cuenta que el desnudo, tanto masculino como femenino, estaba presente en la vida de los hombres, esculturas, dibujos...
Pensaré más en el arte a la hora de analizar este precioso lienzo. Todo tiene su encanto, y si el pintor creyó que hacía lo correcto a la hora de plasmarlo, para mi es correcto también.
Y ahora que me doy cuenta, estoy sólo en la sala. Aquí a nadie se le ocurrió dejar un banco para contemplar tan bella dama sin sus ropas. Prefiero sentarme en el suelo, delante de él y un poco apartado.
-Ya terminé de mi baño-
Una voz femenina sale del cuadro y se instala en mis oídos. Lanzo mi vista hacia él y veo a Ana Cecilia saliendo del río, está secándose su hermoso cuerpo junto a la orilla.
-Esta bien, no miro(sonrío)-Le digo desde mi lugar junto a los demás que parecen no haberla escuchado.
Decidimos entrar en escena una mañana de tantas. Ana y yo dialogamos muchas veces sobre los cuentos y poemas que juntos escribimos. Aquel día era precioso, el calor bajó su guardia y nos regaló unos momentos de alegría. Ella decidió darse un baño, yo esperaba junto a los demás conversando sobre la manera de colocarnos para que el maestro nos dibujara con sus pinceles y pinturas en el lienzo. No podíamos perder mucho tiempo, a Ana la esperaba su novio para dar un paseo y yo quería, entre descanso y descanso, que me indicara si observaba algún error en un cuento recien terminado. Sabía que ella era la mejor y confiaba plenamente, me sentía como su alumno, su amigo de ratos literarios, y me llenaba de sabiduría.
Manet insistía en que nos estuviéramos quietos. La dama desnuda del primer plano empezó a sentir frío y los hombres que le acompañaban querían que se tapara el cuerpo. Su ropa estaba cerca y decidí acercarme para ofrecerle una prenda. Manet me gritó, me amenazó con salir del cuadro inmediatamente. Entonces opté por ser un personaje pasivo, ver desde otra perspectiva lo que pintaba el maestro.
Unos árboles con frondosas hojas que oscurecen los alrededores, dando mayor visibilidad a lo que realmente se quiere resaltar, la desnudez de la mujer, su hermoso cuerpo sentado y de lado, sólo ofreciendo algo sus pechos al que mira y con una mano entre la todilla derecha y la barbilla. Uno de los hombres parece decirle algo, mientras que el otro, sigue la postura con los ojos igual que la mujer, mirando al pintor.
Al fondo el pequeño río, donde las mansas aguas van cavando su cauce paulatinamente, y otra dama, acaba de salir de su baño matinal.
Sigo viendo algo espectacular y maravilloso este cuadro. Prefiero salirme y contemplarlo desde fuera. Hay ocasiones en que los artistas necesitan de cierta tranquilidad y creo que hago bien en salirme y volver otro día.
Me traeré una silla de casa.
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