Es temprano por la mañana, ese momento en el cual uno empieza a reconocer las formas todavía borrosas para unos ojos que recién son abiertos por un madrugador haz de luz que entra por la ventana. Se levanta y se sienta en el borde de la cama, a pesar de la inercia del sueño, que todavía busca llevarlo hasta él, están todavía esas telarañas que quedan en todo el cuerpo luego de horas en las que se tejieron de adentro hacia fuera tapándolo con el cordial abrazo onírico, las ideas todavía como una masa inconclusa que no alcanzan a llegar a algo, luchan por ser entendidas, descifradas, por salir y recobrar la razón y doblegar al primitivo y sosegado estado que siempre nos espera al despertar.
Mirando el piso y diciéndome las clásicas palabras de aliento que toda persona que transita las mañanas conoce, me doy cuenta que un hilo se recuesta a los pies de mi cama, lo recorro con la vista y noto que sale por la puerta aún cerrada, pasa por debajo de ella; no lo tiro para evitar cualquier desorden posterior en cualquier otro sector de mi casa, no quisiera que mi mañana comience con frascos de azúcar u objetos en el piso, estiro mi mano, lo agarro, y mientras avanzo lo voy recogiendo, abro la puerta y la imagen me impacto mas de lo esperado, el escenario que se daba lugar frente a mis ojos no se ajustaba con la vaga idea que recorría mi cabeza, era el hilo pasando por toda la cocina, rodeando de forma inexplicable botellas y vasos, entrando por la heladera y saliendo de ella, por las paletas del ventilador de techo, y también el picaporte de la otra puerta que daba al living y metiéndose en él, decidí soltarlo y empezar a seguirlo visualmente, tardaría días en tratar de desenredarlo, voy corriendo hacia la puerta a mi derecha ( la que conduce al living), en el transcurso del breve recorrido hasta ella intenté explicarme, por qué no podía entender el color del hilo, pero fue breve me preocupe más por calmar mis reacciones y emociones, que pedían salir y manifestarse de una forma poco cuerda. Al entrar en el living, veo al hilo recorriendo las paredes, el techo y el piso, pero no por fuera sino por dentro , como formando parte de ellas, y noto que esta vez ya no se pierde en ninguna de las dos puertas posibles, lo hace en un rincón al lado de un sofá, una esquina extrañamente oscura, al parecer la luz esquiva esa zona y se desparrama por otros sectores contiguos, me acerco, y comienzo a tirar del hilo, lo hago con miedo, desesperación, y anhelo de que esa situación termine cuando vea el final de ese hilo que invadía mi hogar y mi día. Seguí tirando y poco tiempo pasó cuando de repente lo extraordinario ocurrió: !La pared cedía! , poco a poco iba desvaneciéndose al ritmo de mis tirones, ya no quedaba mucho de ella, y el hilo amontonado a mis espaldas crecía y crecía. !Luego el efecto siguió propagándose por toda la casa!, ¡todo cedía!, el tiempo de que se extendiera hasta las afueras no tardó mucho en llegar, la desesperación de tal situación no permitía dejar avanzar el cansancio, pero no impedía el avance de tamaña imagen. ¡Y fue el turno de los árboles!, uno a uno iban cediendo, y luego los autos, las demás casas, todo, ¡nada quedaba a salvo!. El miedo y la exaltación que me invadían acortaban los tiempos, cierro y abro los ojos, y los objetos desaparecían con cada pestañeo y cada tirón. ¡El cielo y el piso!, ¡solo el cielo y el piso quedan!, todo se vio recogido por el alarmante acontecimiento. ¡Y el mismo cielo no fue la excepción!, también lo veía reducirse y caer ante los tirones, la oscuridad misma era la imagen que quedaba (aunque no es la palabra justa, oscuridad, era el vacío absoluto). El piso fue lo ultimo en dejarse llevar, poco a poco empezó a desaparecer frente a mis ojos, y el vacío comenzó su preocupante aumento, ya rodeado de nada me vi más frenético que nunca, entre jadeos y movimientos bruscos sabía que transitaba el final de los finales, tiré y tiré como nunca, y la espesa oscuridad comenzó a vestir mis pies, poco a poco los sentía irse, ya no estaban(lo siento, pero no me animo a mirar) el torso empieza a dejarme, mi brazo izquierdo, mis pensamientos se desvanecen (¡tirar!), vacío, ¡ya solo siento mi cabeza y mi brazo derecho!, ¡todo cedió!, ¡nada queda!, grito con todas mis fuerzas, un alarido que proviene de la misma nada y rodea todo, ¡tiro, tiro! y…
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