Erase una vez, en algún sueño placentero de septiembre, un animal azul hermoso como ninguno, nadie sabía quién o qué era, los animales del bosque siempre lo miraban extrañados observándolo y preguntándose qué era.
El Zorro decía: es un zorro azul, astuto, ágil y hermoso. Todos pensaron que sí podría ser un zorro, pero no hacía lo que los demás zorros estaban acostumbrados a hacer; entonces al ver que no era un zorro, el canario con un semblante radiante dijo: es un canario azul, estoy seguro que sí, pues le encanta ser libre como nosotros y canta así de hermoso, los demás animalitos dudaban que éste animal sea una golondrina, pues ni volaba y era azul.
De pronto salió del charco la asombrosa idea del sapo: ¡es un sapo azul señores!, decía, ama a la luna como nosotros, y es así de elegante y bello como nosotros..., todos callaron, ni se atrevían a burlarse del sapo que con tanta gallardía dijo que ese animal hermoso era un zapo azul; todos llegaron a la conclusión de que no era un sapo azul.
Cada vez que paseaba por el bosque el azulado ser, todos lo admiraban, pero no se atrevían a hablarle, pues quién sabe, no era de su especia y podría ser un enemigo. Siempre estaba cerca de ellos, pero también estaba lejos. Pues nadie se osaba a hablarle.
Entre valor y miedo la hormiga fue a buscar a éste animal, pues miraba su soledad y en su pequeño corazón, la hormiguita pensó en hablarle: Hola, mi nombre es hormiga vengo a saludarte, ¿Cómo estás? El azulado vio a la pequeña hormiga nerviosa y asustada, le sonrió a modo de tranquilizarla y dijo: hola pequeña, muy bien, gracias por venir a saludarme, no temas soy azul pero no muerdo, mi nombre es Azulado. La hormiga sonrió y se dio cuenta que aparte de ser hermoso vio que era muy amable, tengo una semilla para ti,-dijo la hormiga- es una de mis favoritas-, azulado tomo la diminuta semilla y se la comió de un bocado.
Entonces la hormiga tomó valor y le hizo la pregunta que todos querían hacerle: azulado… ¿eres una golondrina, un zorro o un sapo? Yo no veo que seas ninguno pero dime tú. Azulado frunció las cejas y dijo: no me gusta que me comparen, la hormiguita trago saliva y estaba lista para salir corriendo, pero el azulado dijo amorosamente: pequeña, soy Azulado, ellos son sapos, zorros y canarios, todos quisieron ponerme otro nombre de algún animal, pero soy azulado, es lo que soy amiga, canto como el canario, soy ágil como el zorro y amo mucho a mi madre la luna.
La hormiga calló un instante, un poco confundida y luego preguntó: ¿tú eres hijo de la luna? Sí, dijo Azulado, nací del amor de la Luna, mi madre, y su compañero eterno el Sol, sólo se ven en los eclipses, y en uno de esos nací yo, nací de este amor.
Azulado continuo con sus ojos llenos de añoranza: mi madre lo quiere mucho siempre lo recordaba y relataba cómo se conocieron en la fiesta de soles y lunas; ella joven y hermosa y él fuerte y buen mozo; fue desde el primer momento que mi padre le juró amor eterno. De pronto ella brillaba intensamente y sonreía, siempre que recordaba a mi padre el Sol, siempre ella se llenaba de felicidad.
La hormiga se sentó en la piedra y solo escuchaba al azulado ser y su fantástica historia, pero le vino una pregunta: azulado amigo, -dijo la hormiga-, ¿porque estas acá? Azulado sonrió y le dijo con ternura a su nueva amiga: viví siempre con mi madre la luna, más nunca conocí a mi padre el Sol y yo siempre quise conocerlo; mi madre sabía mi anhelo, pero faltaba mucho para que un eclipse vuelva ajuntarlos, entonces mi madre en su gran dolor e inmenso amor por mi padre decidió entregarme a él, ella menguó como nunca antes y la noche se puso negra como su tristeza, pues sus dos amores estarían lejos por mucho tiempo.
Pero mi padre al recibir al cometa mensajero y saber la noticia él se negó a hacerle tal dañó y decidió enviarme acá a la tierra, hormiga ¿vez porque estoy acá? Y continúo el azulado: en los días mi padre me ve y yo a él, soy feliz de día, pues hablo con él, puedo jugar con su luz, correr, sentir las caricias de sus rayos y ver su imponencia. Y por las noches puedo ver a mi madre y cantarle, acurrucarme en su plateado beso; ahora ellos siempre están conmigo y yo los uno a ellos, siempre les cuento de cada uno de ellos.
Azulado al no escuchar sonido, pensó que la hormiguita se había ido, pero de pronto se escuchó un alegre grito: ¡que linda historia mi amigo azul Nunca pensé que tú eras hijo del sol y la luna! Azulado dándole una enorme semilla de regalo dijo: amiga, tú fuiste la única que pregunto.
El mesiaz. |