Cuando una mujer se deprime
cada partícula celular de su cuerpo
silenciosa reflexiona.
Los platos y los pañales pierden
su debida importancia, y a cada momento
de su tiempo vuelven las iniciales
valentías inconclusas.

No cabe hombre extraordinario,
omnitodo, que rescate su estima
alojada bajo tierra.
No se siente deseada ni sensual y
hasta desaparece de su boca
el aliento jadeante, "femenino".

Cuando una mujer se deprime
olvida momentáneamente a Marilyn Monroe
porque sabe que los caballeros las prefieren
rubias y de piernas largas y con escote en ve.
Algunas suponen que la imperfección es
sinónimo de Simone de Beauvoir.

Ella, la deprimida,
transpira desabridas gotas de SOS
cargadas de terrible soledad...
y escribe, quizás, como ahora
a un receptor anónimo,
participándole que media milésima de
humanidad está triste.