Me enseñaron a rezar noche tras noche
un "Ángel de mi Guarda".
Me enseñaron a creer que cada cariño fallecido
se quedaba velando mi camino.
Me enseñaron a aferrarme a unas alas
y un aureola que en silencio me miraba.
No soy tan joven y tampoco tengo
la edad que me permite aseverar nada.
No soy el diablo, así que me quedan
mis años con dolo o amor y mis ojos…
Mis ojos son más certeros desde que aprendí
a conectarlos con mi alma y mis sentidos.
Hoy he aprendido que los ángeles con alas
no siempre son aquellos fallecidos.
He entendido que hay humanos con fuerza y alma
que son certeros para llegar a tiempo.
He reconocido momentos perfectos donde,
en dos minutos, levantaron mis castillos.
Siempre he sabido que no poseo alas ni hechizos.
Sin embargo sé que poseo alma y sentido.
Mis ojos siempre han podido mostrarme el motivo.
Mis palabras son estrellas aterrizadas para cada oído.
Se llaman ángeles en vida,
porque iluminan, cuidan y observan en silencio.
Porque se presentan con sonrisas,
en cinco sentidos, para recuperar lo perdido.
Porque, aún sin saberlo, otorgan y nombran
palabras que mueven montañas o sentimientos…
Porque, cuando lo hacemos, sólo conocemos
lo que nuestros ojos dan al alma con sentido.
Porque a veces suponemos y creemos
que, por falta de alas y hechizos, no existimos.
Hoy, confieso que esos ángeles en vida han tocado
mi cabello o mis mejillas justo a tiempo.
Hoy les guardo conmigo pues sin nombre
o sin aviso fortalecieron mi camino.
Ahora sé que existe el pago mutuo
entre los que carecemos de alas y aureolas.
Quizá soy joven, pero no vana ni vacía,
así que admito y agradezco la presencia
de un ángel, para otro angel, que nos recuerda
la fe y los alcances de nuestro camino.
Hoy son estrellas, que con nombre, compartimos luz
generando fuerza y pausas que hacen tanta falta.
Nos llaman... Ángeles en vida…
"...pasa un ángel,
se hace leyenda
y se convierte en amor."
Silvio Rodríguez |