Mayo. 2011. ¿Recuerdas amor?
Teníamos un compromiso.
Un pacto no virtual sino manifiesto: yo iba a buscarte con la mirada y tú, comprobarías que mi alma permanecía tal cual la habías dejado.
Enseñanza más, aprendizaje menos... sólo que identificables en el fulgor del reluciente tiempo.
Un delfín tú, una rosa color salmón yo.
Yo ensucié las aguas para no verme sola.
Y sin embargo, lo hice ¿cuánto tiempo?, ups, décadas de la presente vida y miles de las otras anteriores.
Siempre buscándonos en las miradas hasta encontrarnos en la cautivante ignorancia de no entender quién soy, hasta no saber quién eres.
Permanecí fiel al pacto como el ave que ronda puntual el mismo faro.
Con distintas máscaras seguramente.
También fui faro en alguna ocasión y tú el ave marina perdida que de todo se aleja.
Las dos, con muertes propias y re nacimientos, retornábamos de los senderos bifurcados a la mansedumbre alegre del reconocimiento.
Volvíamos.
No era ésta, tampoco, la excepción.
No pudo el infinito tiempo interponer más obstáculos que los únicos ciertos: el mutuo miedo mezclado con la confusión sin memoria de saber que eras tú... que era yo... y distintos cuerpos.
¿Qué importa si es, simplemente, otro engaño más y otro desafío?
Teníamos un compromiso renovado, amor: compromiso milenario de amantes fieles, de asesina y víctima, de maestra y aprendiz.
De agua y fuego.
Me ha mejorado el tiempo, sin dudas, en una sola y única destreza: te reconocí sin siquiera mirarte.
Me bastó escuchar un suspiro y un eco semejante a tu voz dentro de mí, profundo y antiguo, llamando, preguntando, examinando a los cielos y ellos suplicaron que observaras el limbo de las extraviadas.
La niebla brumosa que todo lo engaña, cayó sobre el sentir, de ti.
En verdad, éste fue un fabuloso engaño, dije cabizbaja, sin embargo, los cielos me sugirieron escuchar las voces del aire... les respondí que sí, pues bien conocía yo los giros repetidos de tu vuelo.
Mi Ser te pre-sentía.
Sí, lo sé, también te precedía.
Ahora, melancólica, observo el agua del estanque.
Al parecer, apenas soy mujer y el agua se ha dado cuenta.
Me dice que te inundas de mí cuando te hundes en ella.
Le creo porque nos disolvimos juntas.
El viento lo escribe en el ala de una mariposa apenas amarilla, lo grita la naturaleza.
Es que lo susurra la existencia entera: tenemos un compromiso.
Sonríes, estás llegando esta tarde algo cansada, alborotada, te sientas en una silla, relajada.
Está tan hermosa como siempre, me digo.
Sin mirarte, apenas tenuemente pregunto: Hola viajera viajera, ¿qué necesitas?
Y tu mirada se vuelve risueña hacia mí, clavándose de lleno tus ojos infinitos en mi mirada café.
El estanque de agua recoge, ahora, el reflejo de las dos.
Me miras... me miras... y yo sonrío.
Sirvo el café que pides.
Son las cinco de la tarde y es extraño: El viento lo escribe en el ala de una mariposa apenas amarilla, lo grita la naturaleza.
Es que lo susurra la existencia entera: tenemos un compromiso.
Desde BC, mi rincón existencial, donde te recuerdo amor.
Andrea Guadalupe.
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