Y apareciste, no me percate o no quise hacerlo, no eras esa voz que escuche, no te vi estando frente a mi y me sonreíste cada miércoles una, dos, diez veces pero arrogantemente no disfrute el impacto de tu sonrisa, cerré las puertas, puse candado, un glaciar frente a tu mirada, sabia tu nombre… creo, cruzaba monosílabos, pero eras invisible, no existías para dedicarte mi humor marciano, mi neurótica bipolaridad. Y como un cometa impredecible me golpeaste en el pecho, derribando murallas que me empecinaba por pura cobardía a volver a armar, escarbando mi alma sin siquiera saberlo, sin quererlo te filtraste en mi.
Y te esparciste como madreselva en las montañas, traspasando el caparazón de mi alma y sentí miedo, esperanza, pánico, fe, quise huir mas no pude, la curiosidad de conocerte batallaba con mis cobardes fantasmas y me encontré pensándote, ansiando miércoles eternos descubriéndote.
Y entre amistad clandestina sin condición alguna, me fui dando aun renuente a ello desde entonces todos los días son tarde de miércoles, confiando, formamos apegos, compartiendo confesiones, horas, secretos, sueños y sin saberlo te pertenecí.
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