Uno siempre guarda un triciclo, un algodón de azucar y un payaso, dos ferias en reposo y un sitio de escondidas, todas las sonrisas florecen, ninguna se marchita.
En uno siempre quedan batallas funestas, domingos suicidas, días soleados, tardes cansadas, noches atrevidas, caminos perdidos sembrados de esperanzas.
Uno colecciona mañanas, manos enlazadas, cariños furtivos, narices pegadas, ojitos parpadeantes, luciérnagas matutinas, adioses y deseos.
Uno aprende a caminar muy lejos y jamás detenerse, a seguir el viento, a construir cometas, a ganarse el suelo, a querer la soledad a distraerse con un beso.
Uno juega a dios y al méndigo, a las sábanas peregrinas, a guerras perdidas, corta rosas, las regala y las hace infinitas, a entregarse mucho y a morir menos.
Uno quiere tenerte, dormir juntos, beberse la luna sin hielos, cosechar estrellas, sembrarte un huerto, a despedirse sin lluvia en los ojos, sin soledad ni desiertos.
Uno vive para soñar, para quedarse enamorado y así... no morir jamás.
Uno quiere ser suicida y quedarse en el mismo lugar
Uno aprende muy tarde que no hay nada más peligroso que amar.
Tiene miedo pero se aferra al abismo, hasta el final.
Uno quiere el mundo... yo sólo tu tiempo
Uno desea que compartas tu cama... yo tu cielo.
Uno sueña con tu pelo... otros con el rayo y el trueno
Uno aprende que no todo en esta vida se te da
que no puede volar sin platicar primero
que una cita es concursar por un beso
que una mañana puedes irte,
con todas las cosas que traías
uno sabe
que jamás volverán. |