Abro el grifo del agua caliente y el vapor comienza a inundarlo todo, los espejos se empañan y dado al frío reinante, tengo la sensación de estar en un baño turco. Pienso que nunca me han gustado, que una vez en unas termas internacionales había un baño de esos metido en unas cavernas y que salí de él despavorida, porque me causó mil extrañas sensaciones. En medio del vapor apareces tú. Sonrió feliz en la intimidad del calor húmedo y tus manos comienzan a jugar con los botones de raso de la chaqueta de mi pijama. El último de ellos se niega a entregarse a tu placer; en cambio mis pechos y mis pezones han enloquecidos y duros esperan la caricia de tus manos. Cae mi pijama sobre las baldosas frías, y tu ropa lo abraza tiernamente, el agua de la ducha me recibe y te recibe; un juego loco de besos bajo ella comienza, y tus manos se llenan de jabón líquido que vas pasando por mi piel para que deje burbujas en su camino, las que luego se escurren por mis piernas hasta besar mis pies.
Te colocas a mi espalda y me abrazas atrayéndome hacia ti. Puedo sentirte y a la vez experimentar la locura de tus manos cerradas en mis pechos; me acerco tanto que siento intensamente el deseo de fundirme en tu cuerpo, formar parte de él y no salir jamás de entre sus poros, y extasiada de sensaciones levanto la cabeza buscando ese chorro de agua que bajará por mi cuerpo al compás de tus manos. Aprovechas el momento para adueñarte de mi cuello, de mi nuca y un escalofrío placentero me recorre la espina dorsal.
Levanto los brazos para dar un shampoo a mi cabello completamente mojado, y tú lo haces por mí, con movimiento suave acaricias mi cabeza y yo... libre de la prisión amorosa de tus manos, giro y me abrazo a ti. Ríes y musitas algo a la par que me besas y yo bebo de tus labios agua caliente y jugueteo con tu lengua, mientras mis manos se pierden por tu espalda resbalosa de jabón. Y las dejo hacer, tienen hambre de tus rincones y lo sacian bajo la ducha de agua muy caliente que nos envuelve mágicamente. Te amo y me amas bajo ella, y nuestros quejidos de placer empalidecen la blanca cortina doble, llenando de pequeñas gotas de agua la alfombra de igual color, que nos recibe luego risueños y felices. Una toalla para ti, otra para mí, una de ellas tiene una flor bordada, me envuelvo con ella pero tú me ganas por fracciones de segundo y la tomas para comenzar a friccionarme y borrar el agua de mi piel, no así tus caricias. Hago lo mismo, tomo la tuya y comienzo a secarte... y las risas se nos escapan y las callamos con mil besos y más caricias que nos llevan a otro abrazo y a más amor en el vapor del baño. Te entregas y me entrego con igual ardor, olvidamos las toallas que quedan abandonadas en el piso... Luego las recogemos y tomo un pote de crema para el cuerpo y tú descubres que existe un nuevo juego: extenderla por mi piel... mmmm a regañadientes aceptas que te unte...luego, luego quieres más y más... Te agrada. Lo sé, cierras los ojos y te dejas acariciar por mis manos y dedos encremados hasta lograr un clímax nunca antes visto.
Mi cabello está tan revuelto de placer como mi cuerpo, el vapor del baño se va escapando por la ventana y a medida que se despeja el lugar, tu abrazo se hace más débil... Los juegos acuáticos terminan y te vas, dejándome abrazada a las toallas húmedas y con el sabor de tu piel en la boca. Quiero y deseo retenerte, pero los espejos vuelven a ser los de antes y me veo reflejada en ellos con una sonrisa tibia que baila en mis labios y un brillo casi triste en los ojos, mientras las últimas gotas de agua resbalan como si fueran ese último beso que recorrió mi cuello antes de marcharte.
El secador de pelo con su ruido característico acalla los sonidos, incluso esa protesta silenciosa que late por mis venas... son tan escasas las horas compartidas a espaldas de la gente.