Es del cobarde
la hora suprema,
es del canalla,
es del miedoso,
suyo es el tiempo,
suyo es la hora,
la tarde cae
el día muere
bravuconeando,
altisonando
el ciberespacio,
voces gangosas,
estentorean,
que en pakistana
lejana urbe,
los poderosos
la inteligencia
del formidable,
formidabloso
poder del Norte,
han lacerado
bala de plata,
con mano fina,
al consabido
crudo y villano,
de luenga barba,
árabe y prieto,
a ese innombrable
ya han ultimado,
a ese innombrable
cuyo deceso,
justificable y justificado,
galvanizando
sobre cenizas,
se glorifica,
en televisionas,
se ratifica
con ciertas dudas,
con digivideo
muere Bin Laden,
sórdidamente
muere Bin Laden,
nunca lo dudes,
no seas parano,
murió Bin Laden
ya te dijeron,
en todas partes,
si no lo crees
mejor que creas,
y más te vale
que te convenzas,
hoy y mañana,
que el gran villano
del Medio Oriente,
ya no respira,
que sin Bin Laden
el sol destella,
los nubarrones
que ensombrecían
noches y días,
hoy ya no existen,
han fenecido,
aunque tozudos,
sin enterarse,
aunque centellas,
rayos y truenos
sin enterarse,
sigan siguiendo,
y en aeropuertos
formando fila,
siempre hay alguno
que nada cree,
siempre hay alguno
que vea las cosas
de otra manera,
siempre hay alguno
que no se crea
el verbo insano,
mala ralea,
siempre hay alguno
que los motivos,
hoy más o menos
los entrevea.
© Eytán Lasca-Szalit, 3 de mayo de 2011
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